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Malvinas

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M K Badrakhumar

EEUU derrama la guerra afgana en Pakistán

De todos los relatos, la nueva estrategia de guerra afgana de la administración de Barack Obama está haciendo a sus toques finales. El Jefe de Estado Mayor de Estados Unidos, Almirante Mike Mullen, dijo, "Nosotros casi la hemos hecho."

De los indicios disponibles, el objetivo americano importante es de dos-pliegues: conseguir óptimamente la ayuda paquistaní en la lucha contra el terrorismo y, segundo, reduciendo las expectativas americanas para la victoria militar.

Sin embargo, las contradicciones ya están apareciendo. Para estar seguro, el rol de Pakistán se vuelve crítico en el periodo adelante y la incertidumbre política en Islamabad complica las materias. Los robustos esfuerzos americanos en los recientes días deben verse para persuadir a los protagonistas obstinados en política paquistaní a conciliarse en esta perspectiva. Pero la tumultuosa aserción del líder de la oposición Nawaz Sharif desde su lugar digno en los escalones de la cima de política nacional trae una total nueva alquimia en las ecuaciones de EE.UU.-Pakistán. Baste decir que el territorio desconocido queda por delante.

Por consiguiente, los últimos informes que emanan de Washington con respecto a la posibilidad de la administración americana que contempla mover las operaciones militares en las áreas tribales de Pakistán a su provincia de Beluchistán ciertamente inflamarán opinión paquistaní. Los informes también especularon que los americanos podrían acudir a las operaciones desde tierra además de los ataques no-tripulados Predator en las áreas tribales.

Sharif es muy improbable para endosar cualquier tal escalada de la guerra por EEUU y él está montando una alta ola de apoyo popular. Ni la facción del gobierno civil paquistaní encabezada por primero ministro Yousuf Raza Gilani - está y asume que el Presidente Asif Ali Zardari incluso podría optar seguir siendo un espectador silencioso.

Sin duda, el establecimiento de seguridad paquistaní no tendrá ningún arrastre con cualquier tal política americana que asume la prerrogativa a violar la integridad territorial de Pakistán.

Innecesario decir, la opinión pública paquistaní, incluso la clase compradora dentro de su élite, militará contra cualquier tal movimiento americano. El reservorio de "anti-americanismo" ya está inundando Pakistán.

En suma, cualquier expansión de la guerra afgana en el territorio paquistaní descarrilará virtualmente cualquiera sea la huella que la administración americana podría estar contemplando al abrir un diálogo político. De hecho, cada vez más parece el caso que la administración del presidente Barack Obama le falta cualquiera estrategia claradamente encabezada de la guerra.

Ésta también es la percepción regional creciente, aunque sólo los iraníes pueden haber articulado abiertamente tal perspectiva al nivel gubernamental.

Entretanto, la administración Obama ha tomado la iniciativa para una conferencia internacional sobre Afganistán que se agenda para tener lugar en La Haya el 31 de marzo. Se espera que secretaria Estatal Hillary Clinton asista a la conferencia, que está en la carrera a la conferencia en la cumbre de la Organización del Tratado Atlántica Norte (OTAN) para ser sostenida el 3-4 de abril. En otras palabras, queda delante un horario para lanzar formalmente la nueva estrategia de guerra de EEUU en Afganistán.

Esto fue llevado por los Jefes de Estado Mayor conjunto americanos y al parecer pone 15 "metas", qué incluyen erradicar asilos seguros de terroristas en las áreas tribales de Pakistán, sostener la capacidad del gobierno de Kabul de mantener afuera el desafío de Taliban a su supervivencia a través de un aumento sustancial de fuerzas armadas afganas, asegurar la gobernación mejor por el gobierno de Kabul y asegura que Afganistán permanezca estable.

Es una cesta de "metas" pendencieras para ser buscadas dentro de un tiempo de tres a cinco años. Evidentemente, EEUU ha arreglado los objetivos grandiosos respecto a transformar Afganistán en una democracia de estilo Occidental. La premisa detrás de la nueva estrategia es que el ejército solo no puede ganar la guerra.

En una admisión pública estupenda, Obama ha notado públicamente que EEUU no está ganando la guerra, mientras el primer ministro canadiense Stephen Harper con quien él se encontró recientemente, ha ido un paso más allá al dudar si la guerra pudiera ganarse alguna vez. Parece cada vez más que todo lo que se busca exitosamente es refrenando la insurrección. Así, como lo dijo un reciente comentario de BBC, el alcance del componente militar en la nueva estrategia de guerra será esencialmente comprar tiempo, así como las "tácticas de contra-insurrección menos tangibles" tomen sostén.

La principal entre tales tácticas será la cuestión de comprometer al Taliban. Obama ha tomado un salto intrépido subrayando la necesidad de diferenciar el Taliban "moderado" y para comprometerlos en lugar de marcar con hierro toda la oposición afgana como "fundamentalistas islámicos." Éste es un refrescante vuelva a pensar.

El Islam político es una cosa de mucho-esplendor.

Los islámicos de colores diversos hoy llenan un vívido teatro político en el Medio Oriente Mayor que va del Levante a las estepas de Asia Central. Ellos van desde Salafis, que gobiernan Turquía a la Hermandad Musulmana y sus varios afiliados, al régimen Iraní, y a los violentos grupos de la franja inspirada por Osama bin Laden.

La idea de abrir la puerta para acercar al Taliban no es nueva. A través de la segunda mitad de los 1990 a octubre de 2001, Arabia Saudita y Pakistán habían preferido la opción que por una política del zanahoria-y-palo, EEUU podría persuadir al Taliban de entregar la dirección de al-Qaeda, incluso bin Laden.

Dentro de EEUU hay hoy de hecho, un coro de opinión que los elementos del Taliban podrían ser dóciles a la conciliación. Los europeos, sobre todo los británicos, han estado defendiendo una línea similar durante algún tiempo. Rusia y China, también, están abiertas a la idea. Irán prevarica. Así, Obama esencialmente se ha hecho eco de una idea cuyo momento puede haber llegado.

Pero entonces, "Taliban" es un fenómeno muy complejo. Su Islamismo está arraigado en el Islam tradicional y la ideología "anti-modernista" y subscribe una forma innovadora de sharia que mezcla códigos tribales Pashtun, o Pashtunwali, con interpretaciones radicales Deobandi del Islam. La mezcla incluye además rastros de Wahhabismo introducidos por los financieros Sauditas del Taliban y pan-islamismo de los movimientos "jihadi" contemporáneos. La ideología de Taliban es sumamente diferente del Islamismo mujahideen afgano que dedujo su inspiración del Sufismo místico nativo en Afganistán y la Hermandad Musulmana o Ikhwan.

Así, mientras bien puede existir una división entre Taliban "moderado" y "extremista", el problema es distinguirlo si va a ser práctico. El punto es, como apunta Mullah Abdul Salam Zaeef, ex ministro Taliban y prisionero liberado en Guantánamo,

"Si los americanos están pensando... que ellos quieren distinguir entre línea dura y Taliban moderado, no será aceptable para nadie, porque es como decirles a dos hermanos que usted ama uno y quiere jugar con él, mientras usted quiere matar al otro."

Además, el "Taliban" comprende, aparte del núcleo duro neo-Taliban como tal, un surtido de elementos deducidos de las tribus Pashtun, sub-tribus y clanes que pueden o no aliarse al Taliban, más la mafia local, las bandas delictivas, los señores de guerra llanos y hasta mujahideen del principio. Y algunos de ellos fuera del pálido neo-Taliban pueden ser interlocutores muy importantes.

Por ejemplo, el Partido islámico de Gulbuddin Hekmatyar de Afganistán. Su partido todavía sigue siendo una fuerza política importante. Cuando lo dijo un comentarista de Moscú, la posición de Hekmatyar difiere considerablemente de la del Taliban. "Mientras [el líder Taliban] Mullah Mohammad Omar insiste en el retiro completo de la fuerza de pacificadores internacionales de Afganistán, Hekmatyar insiste en su reemplazo con tropas de los países musulmanes. Esta idea es popular entre algunos estratos del público y debe tenerse en cuenta."

Hay entonces otros aspectos.

* Uno, hablando con el Taliban - aun cuando ellos son Taliban "moderados" - será percibido por el público afgano como una búsqueda para el compromiso con el neo-Taliban. Lleva un signo mixto en una guerra donde "ganar los corazones" de las personas es la mitad de la guerra. En una mano, EEUU está enviando más tropas, armando tribus locales y entrenando un ejército afgano para combatir el Taliban, mientras por otro lado, los americanos están hablando de paz.

* Dos, los Taliban están dándose cuenta de que ellos no están perdiendo la guerra lo que es equivalente a ganar la guerra. ¿Por qué deben negociar ellos? ¿Qué es lo que puede ofrecerse que ellos encuentren difícil de rechazar?

* Tres, aun cuando teóricamente puede ser posible pelar el Taliban "moderado", no hay ninguna certeza que ellos sean lo suficientemente fuertes como colaboradores de la estabilización de Afganistán. De hecho, la alta probabilidad es que las líneas duras continuarán desestabilizando el país.

* Cuatro, los línea dura están mucho más cercanos a al-Qaeda que nunca antes. Para pedir prestadas las palabras de Peter Bergen del tanque de pensadores americano New America Foundation, "Los niveles superiores del Taliban se han transformados juntos ideológica y tácticamente con al-Qaeda." Sin duda, la retórica del Taliban resuena cada vez más con referencias a Irak y Palestina.

* Finalmente, la dirección de Taliban está mayormente en Pakistán. Negociaciones sólo se vuelven significativas si el shura de Taliban está comprometido. Pero el elusivo shura será improbablemente impresionado, cuando EEUU está negociando desde una posición de debilidad o estancamiento.

Así nace la idea que a de ser con una "política inteligente" en el primer caso que EEUU estará realizando una escalada con incursiones de bombardeo las áreas tribales de Pakistán e infligirá mucho dolor en el Taliban. El representante especial americano, Richard Holbrooke, que pilotea esta política "inteligente", ha nombrado Barnett Rubin, experto político afgano, para coordinar el enfoque al Taliban.

Parece que el proceso de hablar con el Taliban será una cosa fea para mirar. Rubin escribió en un reciente artículo de Foreign Affairs que en una "gran ganga", EEUU acabaría la acción militar cuando y si el Taliban mal aporreado vio la razón y estaba de acuerdo en "prohibir el uso de territorio afgano (o paquistaní) para el terrorismo internacional" y que el acuerdo resultante habría "constituido una derrota estratégica para al-Qaeda."

Tal huella pesada de EEUU, como encara Holbrooke, sólo puede jugar en las manos del Taliban, cuando está seguro inflamar el nacionalismo Pashtun étnico. Si el objetivo es asegurar participación mayor para los Pashtun étnicos en el gobierno, podría haber sido caminado diferentemente facilitando un diálogo intra-afgano abierto, nacional.

EEUU debe acudir al método intentar-y-probar de lograr acuerdo nacional que significa emplazando una loya jirga o gran consejo. No hay ninguna alternativa real cuando la élite política del país está desesperadamente desunida y allí apenas está alguna fuerza consolidado en la sociedad o cualquier partido nacional principal. El gobierno de Kabul del presidente Hamid Karzai está serpenteando, cortado a la ventura por la administración de Obama, y ni su oposición mujahideen ni el Taliban pueden reemplazarlo. Ésta es una crisis sistémica profunda. Es necesario, hablar con el Taliban moderado, pero ya no basta, como lo habría hecho en 2002 o 2003.

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