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George Friedman

Carácter, Política y Selección de Líderes

4 de septiembre de 2012 | 0900 GMT
Stratfor

El fin de fin de semana del Día del Trabajo en los Estados Unidos ha representado tradicionalmente el principio de las campañas presidenciales americanas, aunque estos días la campaña parece ser perpetua.  En todo caso, los americanos se llamarán en adelante a votar para presidente en aproximadamente dos meses, y la pregunta está sobre qué base ellos han de escoger.

Muchos observadores quieren ver intenso debate sobre de los problemas, con las materias de personalidad empujadas a fondo. Pero también puede verse la personalidad como carácter, y en algún carácter de las maneras que son más importantes que la política eligiendo la dirección de un país.

Política y Personalidad

Un candidato para la oficina pone sus planes naturalmente si él debe ganar la elección.  Esos planes pueden derivar de una ideología o de valores personales, representa su presentación pública de lo que él haría si él ganara oficina.

Una ideología es un sistema ampliamente sostenido de creencias -- un movimiento intelectual identificable con posiciones específicas en un rango de temas. Los valores personales son más idiosincrásicos que aquéllos derivados de una ideología, pero los dos representan un deseo de gobernar desde el principio y la política.

Como todos nosotros sabemos, en muchos casos la presentación de intenciones tiene menos para ver con lo que el candidato realmente haría que hace con lo que él piensa persuadirá a los votantes para votar por él.

Pero semejante candidato posee ambición personal más que principio y no se opondría a hacer lo que él dijo, desde que satisfizo al público. Él no tiene ningún plan él más allá de permanecer en oficina.

Hay aquéllos que entonces creen profundamente en sus políticas. Ellos piensan gobernar atentamente basados en lo que ellos han dicho. Esto es lo que muchos piensan que las elecciones han de ser sobre: ideas, políticas, ideologías y creencias.

Así, en el caso de elección americana actual, muchos están buscando lo que los candidatos creen y están preguntando si ello realmente significa lo que ellos dicen. En los Estados Unidos y otros países, los expertos de política desacreditan el hecho que el público frecuentemente parece ignorante e indiferente a las políticas de los candidatos están de pie para hacerlo. Los votantes pueden ser manejados por eslóganes fatuos o simplemente por su percepción de la clase de persona que el candidato es.

El enfoque "cabalgata de belleza" a las elecciones presidenciales enfurece a los ideólogos y expertos de política que creen que la elección no debe encender materias tan triviales como la personalidad.

Ellos reconocen la dimensión personal de la campaña pero lo deploran como siendo una diversión de los problemas reales del día.

Pero considere las relaciones entre las intenciones y resultados en presidencias americanas.

Durante la campaña 2000, Jorge W. Bus hizo el caso que la guerra americana en Kosovo, emprendida por Presidente Hill Clinton, era un error porque forzó a los Estados Unidos en construir nación, una política difícil que normalmente acaba en fracaso.

Hay cada razón para creer que en el momento que él articuló esta política, los dos lignificaron y pensaron seguirlo. Lo que él creyó y pensó resultó significar muy poco. Su presidencia no era determinada por lo que él pensó hacer sino por algo que él no esperó ni planeó: Sept. 11, 2001.

Esto no es único a Bush. La presidencia de John F. Kennedy, en términos de política extranjera, fue definida por la crisis de misiles cubana, Lyndon Johnson por Vietnam.

La presidencia de Jimmy Carter sobre la crisis de rehenes iraníes. Ninguno de estos presidentes esperó enfocar su presidencia en estas cosas, aunque quizás ellos deben haberlo hecho. Y éstos eran sólo los temas mayores.

Ellos no tenían ninguna política, planes o pautas ideológicas para los centenares de menores problemas y decisiones que constituyen el tejido de una presidencia.

Considere Barack Obama. Cuando él empezó su campaña, su tema mayor era la necesidad de acabar la guerra de Irak, pero poco después el Día del Trabajo en 2008, el problema de Irak se había vuelto secundario a la crisis financiera global.

No estaba claro que Obama tenía alguna idea mejor que nadie más acerca de cómo manejarlo, y cuando él tomó oficina, el modelo de trato con él había sido establecido por la administración Bush. El plan era impedir al mercado infligir castigo a las mayores instituciones financieras debido a las consecuencias más anchas y redefinir el mercado inundándolo con dinero diseñado para estabilizar estas instituciones.

Obama continuó e intensificó esta política. Frecuentemente, los papeles de política de una campaña parecen implicar que el líder simplemente está en el control de eventos. Todo demasiado a menudo, los eventos controlan al líder, definen su agenda y limitan sus opciones.

A veces, como con los ataques de Sept. 11, es una cuestión del redefinir la presidencia inesperada. En otros casos, son las consecuencias imprevistas e inesperadas de una política que redefine sobre lo que la presidencia es.

La presidencia de Johnson es quizás el mejor estudio del caso para esto: Su política en Vietnam fue lejos más allá de lo que él se anticipó y agobió sus intenciones durante su tiempo en oficina. Ningún presidente ha tenido un juego más claro de intenciones políticas, ninguno tuvo más éxito inicialmente adhiriendo a esas intenciones y alguno tuvo control tan rápidamente perdido de la presidencia cuando tomaron las consecuencias imprevistas.

Fortuna y Virtud

Machiavello dice en El Príncipe que la vida política está dividido entre la fortuna, el evento inesperado con el que debe tratarse, y virtu, no la virtud del religioso--la virtud de abstinencia del pecado--sino la virtud del hombre hábil que sabe tratar con lo inesperado.

Ninguno puede tratarse completamente de fortuna, pero algunos la pueden controlar, formar y mitigar. Éstos son los príncipes más buenos. El peor simplemente se agobia por el inesperado.

Las personas que se preocupan por políticas asumen dos cosas. La primera es que el paisaje político es benigno y le permitirá el tiempo al líder para hacer lo que él desea.

La segunda es que debido al cambio del terreno el líder tendrá tiempo para planear, pensar a través de lo que ha de ser hecho. Con suerte, ése sería el caso, pero frecuentemente lo inesperado debe tratarse en su propio horario.

Las crisis frecuentemente obligan a un líder a que vaya en direcciones que son otra cosa que él planeó o incluso opuestos a lo que él quiso.

Las Políticas -- e ideología -- son voluntades qué los líderes desean hacer. La fortuna determina el grado al que ellos conseguirán hacerlo. Si ellos quieren seguir sus políticas, su virtud política -- entendida como hábil, voluntad, y habilidad de cubrir con lo inesperado -- son lejanos indicadores mejores de lo que pasará bajo un líder que sus intenciones.

Las políticas e ideología son, en mi vista, un lugar malo para evaluar a un candidato.

Primero, el candidato hábil probablemente es el que menos toma sus declaraciones de política e ideología en serio. Él está diciendo lo que él piensa que él necesita decir para ser elegido.

Segundo, la probabilidad que él conseguirá la oportunidad de seguir sus políticas -- que ellos son por accidente algo más de una lista de deseos atada a la realidad -- es baja. Si o no un votante está de acuerdo con la ideología del candidato y políticas, es improbable que el candidato-vuelto-líder tendrá la oportunidad de seguirlos.

Bush quiso enfocarse en lo doméstico, no la política extranjera. La fortuna le dijo que él no iba a tener esa opción, y las creencias que él tenía sobre la política extranjera -- como nación-a-construir--eran irrelevantes.

Obama pensó que él iba a reconstruir la relación íntima con los europeos y la confianza con el mundo árabe. Los europeos tenían muchos problemas mayores que su relación con los Estados Unidos, y la objeción del mundo islámico a los Estados Unidos no era dócil a las intenciones de Obama. En el fin, los dos de sus presidencias se parecieron sólo a propósito sus políticas de la campaña. Había una conexión, pero para ni el mundo va como esperó.

La Pregunta del Carácter

Cuando Hillary Clinton estaba compitiendo con Obama por el la nominación presidencial, ella ejecutó un anuncio de la televisión que pinta una llamada telefónica 3 de la mañana a la Casa Blanca sobre una crisis extranjera inesperada. La demanda que Clinton estaba haciendo era que Obama no tenía la experiencia para contestar el teléfono.

Si el cargo era válido o no es la responsabilidad del votante para contestar. Sin embargo, implícito en el anuncio un punto importante que era estaba que el carácter de un candidato era más importante que su posición de la política.

Cuando el suena en el medio de la noche por una crisis, las políticas son irrelevantes. El carácter es todo.

Yo no haré ningún esfuerzo serio para definir carácter, pero para mí comprende la habilidad de disecar un problema con velocidad extrema, tomar una decisión y vivir con él y tener principios (como opuestos a las políticas) eso no puede violarse pero una sangre fría hará su deber ante esos principios.

Para mí, el carácter es la competencia dentro de un líder que ambos quieren poder y quiere algo más. Su posición precisa sobre el Fondo Monetario Internacional no es muy pertinente.

Su sentido estando debajo de la decencia es, junto con una comprensión de cómo usar el poder que él logró. Si esto es vago y contradictorio, no es porque yo no he pensado sobre eso.

De todos los problemas políticos hay más bien, la naturaleza de carácter y cómo reconocerlo está claro. Es como el amor: ineludible cuando usted lo encuentra, frágil con el tiempo, indispensable para una vida totalmente humana.

El carácter reconociendo en un líder me parecería a mí la responsabilidad fundamental de un votante. La idea que usted debe votar por un líder basada en sus intenciones política es, yo pienso, inherentemente agrietada. Las fortuna discutible de políticas profundamente sostenidas y el líder más fino no pueden revelar sus intenciones.

Lincoln escondió sus intenciones sobre esclavitud durante la campaña 1860. La Canciller alemana Angela Merkel nunca imaginó la crisis que ella está enfrentando cuando ella compitió para la oficina. Las intenciones son difíciles discernir y raramente determinar lo que pasará.

Los problemas que George W. Bush y Barack Obama tenían que tratar no eran los que ellos esperaron. Por consiguiente, prestando atención a sus intenciones nos dijeron poco sobre lo que cualquiera haría.

Ésa era una cuestión de carácter, de lo inesperado metiendo la mano en su alma para encontrar la fuerza y sabiduría para hacer lo que debe hacerse y debe abandonarse lo que él pensó que él estaría haciendo. La gracia y resolución con las que un líder hace esto lo definen.

Yo pienso que aquéllos que se obsesionan sobre las políticas e ideologías no están equivocados, pero ellos siempre serán defraudados. Siempre les decepcionarán por el candidato que ellos apoyaron --y mayor su excitación inicial, más profunda su desilusión inevitable.

Es necesario comprender que un líder de cualquier clase no puede ganar a través de la política y ideología, y ciertamente no gobierna a través de ellos a menos que él sea extremadamente afortunado. Pocos lo son.

La mayoría de los líderes gobierna cuando ellos deben, y identificando a líderes que saben que lo que ellos deben hacer es esencial. Nosotros estudiamos geopolítica, y la geopolítica enseña que la realidad es frecuentemente rebelde, no sólo debido a la geografía sino debido a la condición humana que está llena con fortuna y infortunio y raramente permite a nuestras vidas para jugar como nosotros esperamos.

La expectativa subjetiva de lo que pasará y la realidad objetiva en la que nosotros vivimos constantemente está en desigualdades.

Por consiguiente, la tendencia a votar por el candidato que parece tener carácter más profundo, en el sentido más ancho del término, me parecería a mí menos frívolo que votando en base a la ideología y política. Ambos de aquéllos lo harán y siempre defraudan.

Acerca de la pregunta de quién tiene el más grande carácter en esta elección, yo no tengo especialización mayor que cualquiera de mis lectores. No hay mayor en carácter en alguna universidad, ni una sección sobre el carácter en los periódicos. La verdad de la democracia es que en esta materia, ninguno de nosotros es más sabio que cualquier otro.

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