Movimiento Cívico-Militar CONDOR

Malvinas

Publicacion

James Petras

El Lobby pro-Israel y la Política de Estados Unidos en Medio Oriente. Parte I

Nunca, en la historia reciente, la política de Estados Unidos en Oriente Medio ha sido sometida a tal bombardeo de presiones en conflicto por parte de antiguos aliados, clientes y adversarios. Los puntos en disputa abarcan cuestiones básicas de guerra y paz, de las cuales las más importantes son las diferentes respuestas al conflicto palestino-israelí, la ocupación de Irak y la invasión y ocupación autorizada de Somalia a cargo de Etiopía y Estados Unidos.

El vicepresidente de los EEUU, Dick Cheney, pronunciando un discurso a los miembros de la «American Israel Public Affairs Committee» (AIPAC), es decir, el lobby júdio en los EEUU que apoya incondicionalmente la nefasta política sionista de Israel en el Medio Oriente, marzo de 2006, foto de David Bohrer, White House. _

Entre los principales aspirantes a la influencia en la política de Estados Unidos en Oriente Medio se encuentran, en un lado, el ‘partido de la guerra’, liderado por el bloque de poder sionista y sus seguidores en el Congreso y sus aliados entre los militaristas civiles de la Casa Blanca guiados por el vicepresidente Cheney, el Secretario de Estado Rice, el Consejero de Seguridad Nacional para Oriente Medio Elliot Abrams, junto a un ejército de escribas instalados en los puestos más destacados de la cobertura periodística.

En el otro lado se sitúa una pequeña minoría de congresistas, ex-funcionarios vinculados a Big Oil [2], un movimiento pacifista dividido, los estados árabes del Golfo, Arabia Saudí y un número de países europeos por una serie de cuestiones específicas.

Hasta la fecha, la Zionist Power Configuration (ZPC) ha hecho que sus partidarios en el Congreso y en la Casa Blanca cierren filas y ha apisonado la oposición interna para asegurar el respaldo incondicional de Estados Unidos a las posiciones de Israel en Oriente Medio. Uno de los ejemplos recientes de la influencia política y mediática de ZPC se ilustra en su rechazo u omisión de un importante documento sobre derechos humanos y civiles en Israel publicado por el Comité de las Naciones Unidas con relación a la Eliminación de Discriminación Racial (publicado el 9 de marzo del 2007). El estudio, realizado por unos 24 expertos, hacía 19 recomendaciones para que Israel pusiera término a la discriminación racial en 25 áreas contra ciudadanos árabes de Israel. Israel rechazó el informe, la ZPC automáticamente siguió el ejemplo, así como Washington.

Sin embargo, hay signos (seguramente débiles) de que el poder visible e invisible de la ZPC está siendo sometido a un escrutinio crítico público e incluso ‘llevado a juicio’ por los clientes de Estados Unidos. El Consejo de Cooperación del Golfo [Council of Gulf Cooperation], compuesto por Kuwait, Qatar, Omán, Arabia Saudí, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos, es el mayor proveedor de petróleo del mundo (por encima del 40%); se trata de regímenes conservadores y pro-estadounidenses que albergan bases militares americanas y están vinculados a las casas financieras y del petróleo estadounidenses más importantes y se encuentran entre los más destacados compradores de material militar del complejo militar-industrial estadounidense.

En un encuentro celebrado a finales de marzo del 2007 instaron a los Estados Unidos a enfrentarse a Irán solo por la vía diplomática y no por la militar o imponiendo sanciones económicas. Israel optó por una posición diametralmente opuesta, presionando por el endurecimiento de las sanciones y por la confrontación militar. Automáticamente, la ZPC se hizo eco de la línea del Partido Israelí (Daily Alert 26-30, 2007). El Congreso y Bush ignoraron a Big Oil, al complejo militar-industrial, a sus clientes árabes y siguieron la línea sionista: intensificaron las sanciones, incrementaron las operaciones de comandos, aumentaron la actividad naval en torno a las costas de Irán y ofrecieron el envío de aviones de combate a Irán después de la captura de los marineros británicos implicados en operaciones de espionaje (Blair, por una vez, rechazó la provocación de guerra). Una vez más la ZPC ganó el pulso a Big Oil y al complejo industrial-militar a la hora de dictar a los Estados Unidos la política en Oriente Medio.

De igual importancia es el hecho de que los principales ‘aliados’ árabes de Estados Unidos en Oriente Medio han divulgado una serie de propuestas y opciones políticas que se oponen directamente a la agenda ZPC-israelí. La propuesta de Arabia, aprobada por la Liga Árabe, ofreciendo el reconocimiento de Israel y la normalización de relaciones a cambio de acatar las resoluciones de la ONU sobre la devolución del territorio ocupado en 1967 es un ejemplo. Estas iniciativas árabes han generado una respuesta positiva por parte de muchos gobiernos de la Unión Europea y de Turquía, sumándose a las fuerzas convocadas contra la dirección israelí-ZPC en la política estadounidense en Oriente Medio. Las deserciones de la causa del lobby israelí se han notado especialmente entre los conservadores, incluyendo a Robert Novack (“US War in Iraq – The Sharon War”, Haaretz, 4 abril, 2007).

Nuevas direcciones en la política estadounidense: ¿moderar la agenda árabe?

La principal preocupación de los regímenes moderados árabes del Golfo Pérsico es asegurar la estabilidad política, evitar los perturbadores conflictos regionales e internos y consolidar un clima financiero favorable a los dinámicos proyectos de desarrollo emprendidos. La invasión, ocupación y prolongada guerra imperial estadounidense en Irak ha sido una fuente de inestabilidad y de conflictos internos en la región. Los repetidos asaltos y ocupaciones violentas de territorio palestino, la invasión del Líbano y las amenazas a Irán y, lo más importante, su brazo político —la capacidad de la ZPC de asegurarse el respaldo de Estados Unidos—, han creado un ambiente permanente de ‘alta tensión’.

La creciente incompatibilidad entre los objetivos de los estados árabes, orientados a un clima de negocios conservador, y las políticas desestabilizadoras ‘radicalmente militaristas’ de Washington y Tel Aviv han forzado una brecha creciente entre sus tradicionales aliados y clientes. Con un amplio superávit, enorme liquidez en dólares y euros, el Este Árabe se centra en construir imperios económicos tanto en la región como en el resto del globo. Para ello necesitan, sobre todo, una ‘base de operaciones’ segura, unos cuarteles y base operativa que sustenten las redes globales financieras, comerciales y sus propiedades.

El reciente encuentro de estados árabes en Riyadh, convocado por los saudíes, sirvió de plataforma para esbozar un programa de estabilidad en Oriente Medio y el cese de las actividades violentas y desestabilizadoras. Tanto en sus propuestas formales como en sus pronunciamientos informales, los líderes conservadores pusieron sobre la mesa una agenda para re-dirigir la política estadounidense en Oriente Medio lejos de la línea israelí-ZPC de confrontación militar, hacia la negociación diplomática, la reconciliación de élite y el fortalecimiento de la estabilidad económica regional. Dentro de este marco regional conservador y la alta prioridad concedida a la estabilidad económica, la ‘nueva situación’ sobre el terreno (es decir, la posición crítica hacia Estados Unidos y la oferta de paz a Israel) se convierten en indicadores clave a la hora de definir la política en Oriente Medio.

“Nueva situación” y nuevas realidades en Oriente Medio

Los viejos clichés cabildeados [lobbed] por los críticos liberales sobre los Estados del Golfo y Arabia Saudí son tremendamente engañosos y podrían inducir a una mala interpretación de la nueva dinámica económica y política de la región. Las imágenes sionistas y liberales de reaccionarios jeques hundidos en un consumo de artículos de lujo conspicuo en sus atrasadas y estancadas economías; jeques que viven exclusivamente de unas ‘rentas’ que no dejan de acumularse porque manan a borbotones de los pozos de petróleo, que dependen de la protección militar de Estados Unidos… esta visión hace tiempo que ha sido superada.

Todos los estados del Golfo y Arabia Saudí están profundamente comprometidos en proyectos de diversificación económica a largo plazo y a gran escala, creando nuevos negocios, mercados financieros, comerciales y de propiedades basados en capital local y, en algunos casos, en grandes bancos extranjeros de inversión. Se han consumado importantes operaciones industriales conjuntas en energía, refinerías y plantas químicas entre Arabia Saudí y China e India. Los multi-billonarios ‘príncipes’ son importantes inversores y co-propietarios de redes globales de empresas financieras, hoteles, puertos y otras infraestructuras a gran escala y sectores de la construcción.

La riqueza energética del gas y el petróleo es el punto de partida de las nuevas élites dominantes, las cuales se reinventan a sí mismas como jugadores regionales, si no globales. A pesar de mantener todavía muchas de las ‘formas externas de la religión tradicional’ (oposición a la usura), vastos ejércitos de financieros locales han creado de hecho instrumentos financieros que de facto revierten pagos que equivalen a interés. Dado el crecimiento de los intereses económicos globales y regionales de estas élites conservadoras, pueden perderlo todo si continúan siguiendo las políticas destructivas, coloniales e imperialistas de Estados Unidos e Israel en la región.

La diversificación económica y el dinamismo del desarrollo interno ha creado una nueva burguesía en el Golfo vinculada al capital europeo y asiático (estatal y privado), cada vez más independiente en materia política de los Estados Unidos y menos dependiente del poder militar ‘externo’. Esta nueva realidad económica proporciona pistas acerca de la nueva ‘situación política’ sobre el terreno, incluyendo las discretas —aunque francas— críticas de Arabia Saudí a la ocupación estadounidense de Irak y las exigencias de la retirada de tropas. Los Estados del Golfo que respaldaron los “Acuerdos de La Meca”, impulsados por Arabia Saudí, que condujeron a la unidad de gobierno entre la OLP y Hamas, fueron abiertamente contra política (de la Casa Blanca-israelí-sionista) de aislar a Hamas, como lo fue el rechazo abierto de Arabia Saudí y los Emiratos a los preparativos de guerra estadounidenses e israelíes contra Irán.

Han rechazado la política de Washington y del Israel-sionista [Israeli-Zionist] de negarse a un encuentro con Irán, manteniendo por separado encuentros y discusiones a alto nivel. La oferta de la Liga Árabe a Israel —creada y autorizada por Arabia Saudí— de paz y reconocimiento a cambio de la retirada de los territorios de Palestina ocupados en 1967 ha dejado al descubierto los pretextos de Israel para la colonización y anexión progresivas de territorio palestino y la subordinación de Estados Unidos a la Zionist Power Configuration.

La nueva realidad económica y política en Oriente Medio enfrenta a una élite estadounidense de la política exterior cada vez más militarizada, fuertemente influenciada por la ZPC, con una élite árabe cada vez más involucrada en la esfera mercantil [marketized]. Las industrias militares israelíes, centrales en su economía, la influencia política de los partidos de los colonos, los fundamentalistas religiosos y las instituciones de seguridad, así como la dependencia del Estado de Israel de las multimillonarias dádivas del tesoro norteamericano y de los ricos judíos militaristas de derechas, significa que Israel es estructuralmente incapaz de llegar a ningún acuerdo basado en la premisa ‘paz por territorios’.

El reasentamiento de medio millón de fanáticos colonos armados en el Israel de antes de 1967, la pacífica reconversión de las industrias militares israelíes y el mantenimiento del apoyo exterior de los plutócratas sionistas sin la retórica de las ‘amenazas militares existenciales’ está más allá de los límites de la clase política israelí tal y como se constituye en la actualidad. La profunda integración y subordinación de la ZPC a la estructura de poder israelí tiene como resultado que las exigencias del complejo militar-colono-industrial de Israel sean transmitidas al Congreso y Ejecutivo norteamericano y finalmente convertidas en política.

En la medida en que así son las cosas, la ZPC es responsable de la falta de flexibilidad de la política norteamericana en Oriente Medio, expresadas en su fijación por la guerra permanente y su ceguera ante el abismo entre los Estados Árabes, enfilados hacia el mercado, y el militarismo estadounidense-israelí. La ZPC es responsable del apoyo inamovible e incondicional a un régimen colonial anacrónico en una época de crecimiento de relaciones de mercado globales. La parálisis de la política norteamericana es el resultado del poder de un grupo de presión [lobby] empresarial moderno, del siglo XXI, extraordinariamente rico (el 24% de los 400 más ricos de Forbes [3] son judíos) que actúa en nombre de una serie de demandas territoriales de los fundamentalistas judíos que se remontan a un periodo histórico de hace al menos 2500 años. La noción de desarrollo ‘combinado y desigual’ se aplica ciertamente a los financiadores externos de Israel más importantes.

La rigidez de los parámetros estructurales de la política israelí se transmite por medio de la ZPC a la base de la contradictoria realidad en las relaciones entre Estados Unidos e Israel: la política, estructuralmente rígida, de un pequeño Estado ‘aislado, militarizado, controlado por colonos’ que bloquea transacciones económicas en una economía imperial globalizada, forzándola a embarcarse en aventuras militares desastrosas.

El poder sionista y la mayoría demócrata del Congreso

Contrariamente a las declaraciones de muchos críticos de la guerra, especialmente aquellos que se atreven incluso a atacar al lobby sionista neoconservador que defiende la guerra, la invasión estadounidense de Irak no ha sido un ‘desastre’, una ‘debacle’ o una ‘derrota’. El corolario de este argumento —que ‘el desastre de Irak’ ha provocado una ‘huida en masa’ de los Zioncons [4] de la administración Bush— es algo que no está nada claro.

El objetivo fundamental de la ZPC era derrocar a Saddam Hussein, la destrucción del Estado de Irak (especialmente su aparato militar y de inteligencia) y la infraestructura social para, de esta forma, eliminar un valedor incondicional del nacionalismo secular árabe en Oriente Medio y un desafiador fuerte de las tentativas de Israel de afirmar su hegemonía en la región. La guerra, orquestada por los Zioncons, supuso un éxito en todos y cada uno de los objetivos estratégicos israelíes: la resistencia palestina perdió un poderoso valedor político y financiero.

La oposición a Israel en Oriente Medio se redujo considerablemente a los Estados y movimientos musulmanes clericales. Se creó el marco para una nueva secuencia de guerras con los adversarios de Israel, incluyendo a Hezbolá, Siria y, más importante, Irán. Como consecuencia de la destrucción estadounidense del Estado de Irak, Israel ha tenido manos libres para invadir y devastar Palestina, especialmente Gaza, completar el gueto con un muro para el aislamiento de las ciudades y pueblos palestinos de sus mercados y actividades diarias, y extender sus asentamientos coloniales.

Los Zioncons americanos en la Administración fueron capaces de sabotear cualesquiera negociaciones de paz, sirviéndose como excusa de su guión de la ‘guerra contra el terror’. La partida de algunos de los Zioncons de la Administración tras la ocupación militar de Irak se debió a que habían servido exitosamente a los intereses estratégicos de Israel con una dedicación masiva de las fuentes militares y económicas de Estados Unidos. Pero en el momento en que esa guerra-para-Israel se iba convirtiendo en una larga, costosa e impopular guerra-para-Estados Unidos y algunos críticos bien conectados, investigadores y cargos militares comenzaban a señalar con el dedo públicamente a los funcionarios sionistas del Gobierno como los promotores clave de la ‘desastrosa’ guerra, los Zioncons ‘dimitieron’. Esto cortocircuitó cualquier intento de llevar a cabo comprometedoras investigaciones en el interfaz entre los Zioncons estadounidenses arquitectos de la guerra y el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí y su mando militar.

A pesar del éxito de la operación ‘guerra a Irak’, los Zioncons sufrieron algunas bajas colaterales. Irving ‘Scooter’ Libby, Jefe de la oficina de planificación militar del vicepresidente Cheney, fue procesado por cargos de perjurio [peripheral perjury charges], lo cual sorteaba la implicación directa de la red Zioncon en el periodo previo a la guerra y su continuación. Dos líderes del AIPAC[5]  (uno importante y el otro secundario) fueron acusados de espiar para Israel. Los dos espías acusados de ninguna manera debilitaron material o políticamente la fuerte implantación del AIPAC en el Congreso o en la Casa Blanca. Continuaron recibiendo el apoyo incondicional de los líderes congresistas de ambos partidos, así como del vicepresidente y del secretario de Estado, los cuales pronuciaron sendos discursos en la convención anual de la AIPAC en el 2006 y en el 2007.

El hecho de que la ZPC considere la guerra en Irak como un ‘trato hecho’ para mejorar la posición de Israel en Oriente Medio y que haya desplazado sus esfuerzos para llevar adelante el siguiente objetivo estratégico de Israel —la destrucción de Irán—, ha causado una fisura visible entre ellos y los funcionarios clave de la Casa Blanca, todavía empantanados en el tema de perder la guerra en Irak.

El vicepresidente Cheney, en su discurso en la convención anual del AIPAC en el 2007, desafió abiertamente a los líderes del AIPAC, que parecían estar retirando su apoyo a la guerra de la Administración en Irak y estar presionando por sanciones económicas más agresivas y la opción de una eventual guerra con Irán como estrategia. Los Zioncons buscan sacar el máximo partido de su apoyo a su nueva y falsa guerra ‘existencial’ con Irán entre los liberales judíos que se han vuelto contra la guerra de Irak, cargándoles así las bolsas de los soldados muertos a Cheney y a Bush.

En la convención del AIPAC, Cheney, no precisamente un neófito en estas intrigas de puñalada trapera, ofreció recrudecer la escalada de amenazas contra Irán si los sionistas mantenían su apoyo a la guerra de Bush, Cheney y Rice en Irak. Mientras que el primer ministro israelí Olmert reiteraba formalmente la importancia de que Estados Unidos continúe ocupando Irak para la seguridad de Israel, en la práctica todos los ministros que asisten a los congresos sionistas más importantes han subrayado con insistencia a sus acólitos la amenaza iraní y la necesidad de eliminar el régimen iraní, sus estaciones nucleares y estructuras estatales.

A pesar de que Estados Unidos se desangra en la guerra de Irak, a pesar de que más de tres cuartas partes de la población norteamericana está harta de la participación en guerras en Oriente Medio, esto no ha evitado o, lo más importante, debilitado, el esfuerzo de la ZPC para encarrilar a Estados Unidos hacia más guerras, con el apoyo entusiasta de la mayoría de los líderes del Partido Demócrata.

Con un ojo en la campaña de las contribuciones financieras, todos y cada uno de los candidatos demócratas y republicanos han prometido apoyar sin condiciones los intereses de Israel, incluidas las promesas específicas a ZPC-AIPAC.

El lobby pro-Israel y Bush: poderes de guerra y capitulación de los demócratas

Los demócratas han ido limitando sus restricciones a la forma como Bush lleva la ocupación de Irak; el factor clave para esto ha sido el lobby judío. De acuerdo con la Associated Press (13 marzo del 2007): “Los demócratas conservadores, así como los delegados que se encargan del posible impacto en Israel, han manifestado la necesidad de un cambio de estrategia…”. Como señaló el Congressional Quaterly: “Los halcones y legisladores pro-Israel presionan para golpear una disposición pensada para la agenda de gastos de la guerra que haría que el presidente buscara la aprobación del Congreso antes de embarcarse en ninguna aventura militar en Irán”.

La propuesta respecto a Irán provenía de un deseo de algunos destacados políticos demócratas de asegurarse de que Bush no lanzara un ataque sin contar con la aprobación del Congreso, una medida aprobada por la gran mayoría de los militantes de base del partido demócrata. Pero durante la semana del 5 al 10 de marzo, la élite sionista tanto del Congreso como del lobby se dieron de golpes en la cabeza en una serie de sesiones a puerta cerrada y literalmente forzaron a los ‘destacados políticos demócratas’ a retractarse y recapitular. Haciéndose eco de la línea de Olmert, uno de los muchos portavoces sionistas en el Congreso habló abiertamente contra las limitaciones constitucionales y legislativas del presidente Bush, por sus ‘efectos’ en Israel.

La representante Shelley Berkeley dijo en una entrevista: “En Israel, el miedo a Irán está muy extendido… [Irán] ha expresado en numerosas ocasiones una hostilidad total al Estado judío”. El presidente del Comité Demócrata, Rahm Emmanuel, que trabaja de cerca con AIPAC, ‘predijo’ lo siguiente: “Quizás esto haría desaparecer la mejor herramienta de negociación que los Estados Unidos tienen cuando se trata de Irán” (Associated Press, 13 de marzo del 2007). Logró excluir la enmienda en la Asignación Suplementaria al Presupuesto de Guerra [Supplemental War Budget Allocation], aunque Nancy Pelosi, portavoz de la Casa, y el representante John Murta, presidente del Comité de Gastos de Defensa [Defense Appropriation Committee], fueran favorables a esta.

El vicepresidente Cheney, con una sonrisita, señaló la hipocresía de los sionistas liberales y los congresistas liberal-demócratas pro-Israel, quienes se oponían a Bush en la cuestión de Irak y presionaban por una política de guerra hacia Irán. “Simplemente, no es coherente para nadie (¡incluyendo los liberales pro-Israel! JP) exigir acciones agresivas contra la amenaza del régimen iraní al mismo tiempo que se concede sobre una retirada de Irak que envalentonaría a nuestros peores enemigos dramáticamente y dejaría peligrosamente debilitado al mejor amigo de Israel, los Estados Unidos” (AP 13/03/2007).

Una vez más, se dio prioridad a los intereses de Israel por encima de las prioridades de voto del electorado demócrata. Una vez más el poder del congresista Rahm Emmanuel y sus colegas ‘conservadores’ y pro-sionistas del Congreso dominó la ‘conciencia’ de otros destacados demócratas. Una vez más el AIPAC liberó a Bush de toda restricción constitucional y del Congreso permitiéndole lanzar un ataque contra Irán. Una vez más los dictados de la belicosa política de Israel fueron transmitidos con eficacia y ejecutados en el Congreso de los Estados Unidos. Los demócratas abandonaron la disposición constitucional sobre la autoridad en materia de guerra.

Israel, una vez más, demostró que es el árbitro supremo de la política militar de Estados Unidos en Oriente Medio a través de sus representantes en el Congreso. (No sorprende que Buchanan y otros se refieran al Congreso como ‘territorio ocupado por Israel’).

Bush consiguió el respaldo del AIPAC para sus poderes de guerra; Israel retuvo a un presidente que es su disciplinado cómplice en sus propósitos militares en Oriente Medio.

Las guerras de Israel-AIPAC-USA en Oriente Medio

El papel de Israel en la movilización del lobby sionista a favor de los amplios poderes de guerra de Bush se hizo evidente en el contundente discurso israelí de la ministro de asuntos exteriores, Tzipi Livni , en el congreso anual del AIPAC en Washington en marzo del 2007. De acuerdo con el diario israelí Haaretz (12/03/2007) Livni: “Advirtió a Estados Unidos que no mostrara debilidad en Irak”. Continuó enfatizando la importancia de ejercer la violencia y el poder… “en una región donde las impresiones son importantes, los países no deben mostrar debilidad y rendirse a los extremistas”. Esta es otra forma de plantear el bulo familiar de Israel de que ‘los árabes solo entienden la fuerza’, una bien conocida y duradera justificación racista y colonial que ha servido para extender y perpetuar la represión del subyugado pueblo árabe.

Livni instruyó, entre ovación y ovación, a los miles de leales del AIPAC y a los cientos de sus seguidores del Congreso de Estados Unidos de la amenaza iraní y los incitó a intensificar la escalada de ataques a Teherán: “Irán siempre estuvo en la vanguardia de las amenazas extremistas a Israel, al Gran Oriente Medio y al mundo en general por sus ambiciones nucleares. Enfrentarse al extremismo es enfrentarse a Irán” —dijo, presionando por el endurecimiento de las sanciones de Naciones Unidas con relación al programa nuclear (Haaretz, 12/03/2007).

Las palabras de Livni conmovieron el especial lenguaje de agitación propagandística que inflama el fanatismo de los líderes del AIPAC, sus seguidores y los congresistas. “Irán”, señaló, “es un régimen que niega el Holocausto al mismo tiempo que amenaza al mundo con otro. A aquellos Estados que conocen esta amenaza pero que todavía titubean debido a mezquinos intereses económicos y políticos, déjenme decirles esto: ¡la Historia recordará!”.

El discurso de Livni sirvió a diversos propósitos. Por un lado, estableció la ‘línea’ a los leales pro-Israel en los Estados Unidos para que continúen apoyando la política de Bush y Cheney con relación a la guerra en Irak, independientemente de los sentimientos de la mayoría de los votantes judeo-americanos. Por otro lado, fortaleció la mano del lobby y sus seguidores en el Congreso forzando a los liberales de la Casa, judíos y gentiles, a levantar sus restricciones (exigidas por el votante americano) a los poderes de guerra de Bush. Por último, diseñó la agenda de altas prioridades y campañas a seguir por sus seguidores sionistas con relación a Irán. Finalmente, rellenó la brecha abierta entre Cheney-Bush y el lobby sobre el orden de prioridad entre una ‘nueva’ guerra contra Irán y la ‘antigua’ e impopular guerra en Irak, ensamblándolas.

La intervención directa del Ministro de Asuntos Exteriores israelí en los asuntos internos de Estados Unidos, su apoyo flagrante a la guerra de Cheney y Bush y el ataque a los sentimientos anti-guerra de la opinión pública norteamericana, recuerda las peores intrusiones diplomáticas de los Estados Unidos en las repúblicas bananeras de Centroamérica. Ni uno solo de los miembros del Congreso se atrevió a señalar esto, mucho menos oponerse a la interferencia israelí en la política estadounidense, por miedo a una respuesta contundente de la enfervorizada masa de ‘Primero Israel’ [‘Israel Firsters’].

Ni uno solo de los comentadores ‘izquierdistas’ o ‘progresistas’ señalaron que la tentativa de Livni de universalizar la hostilidad de Israel hacia Irán no era sino una treta demagógica. Un gran número de sondeos de opinión realizados en Europa mostraron que una amplia mayoría considera a Israel el país del mundo más amenazador y negativo, por delante de Irán, Corea del Norte y Siria. El hecho de que Irán sea un participante bienvenido en el Congreso Mundial de Países Islámicos, que representa a más de 500 millones de personas, es ligeramente omitido en los excesos retóricos de Livni.

Estos lapsus no causan preocupación en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, puesto que el problema no es propagar falsedades deliberadas y verificables, sino el poder de las mentiras para provocar a la acción a sus agentes norteamericanos y para desalentar cualquier posible crítica. Al pontificar sobre el ‘Holocausto’ y su corolario, ‘la Historia recordará’, le fue garantizada a Israel la observancia fanática de la ZPC de sus belicosas políticas y el silencio y capitulación de los ineficientes y escépticos judíos liberales que se oponen a la guerra. La ‘Alternativa AIPAC’ [‘AIPAC Alternative’] —de base judía—, especialmente la ‘Voz Judía por la Paz’ [‘Jewish Voice for Peace’], pasa tanto tiempo negando el poder del lobby pro-Israel como criticando la política estadounidense (Nation 23/04/2007, sobre la Alternativa AIPAC).

En una irónica y perversa vuelta de tuerca del eslogan contra la guerra (‘guerra por petróleo NO’ [‘No War for Oil’]), Livni exigió ‘Paz por petróleo NO’ [‘No Peace for Oil’]. La advertencia de Livni a aquellos Estados “que conocen esta amenaza pero que todavía titubean debido a mezquinos intereses económicos o políticos”, es una clara referencia a Estados Unidos. Más específicamente, está dirigida a aquellos políticos que podrían considerar la negociación pacífica con Irán o aceptar el plan de paz saudí para salvaguardar los intereses petroleros norteamericanos, antes que sacrificar esos intereses al servicio de la supremacía política y militar de Israel en Oriente Medio.

Está claro que Livni está dirigiendo a sus ‘Primero Israel’ en Estados Unidos a acabar con los Mitigadores de la Sed de Petróleo [Oil Appeasers], a intimidar a todo político que manifieste cierta preocupación sobre los intereses comerciales estadounidenses por encima de las belicosas exigencias del sionismo israelí.

Mientras que la percepción de Livni de los peligros para Israel emana del enfoque de paz y diplomacia de ‘mezquinos [sic] intereses económicos o políticos’ (cf. la mezquina inquietud de Israel por la ocupación de territorios en Palestina y Líbano), lo que pasa por un movimiento pacifista en Estados Unidos se une al coro, culpando a la industria petrolera de las guerras norteamericanas en Oriente Medio. Hay una interesante coincidencia entre los halcones israelíes y las palomas estadounidenses en la denuncia de Big Oil, lo que no sería una coincidencia si se tiene en cuenta que lo que pasa por un movimiento pacifista está desmesuradamente influenciado por los sionistas de izquierda más prominentes, los cuales combinan las críticas a la ‘guerra de Bush’ con la exclusión de cualquier mención a Israel o las críticas al belicoso y cizañero lobby sionista.

Antes, durante y después del congreso AIPAC en Washington varios miles de fanáticos cargaron contra las oficinas de miembros del Congreso y senadores. Más de la mitad de los miembros del Congreso y prácticamente todos los senadores fueron intimidados en más de 500 encuentros y reuniones a favor de la agenda militar israelí contra Irán.

A finales de marzo la liga árabe, dirigida por Arabia Saudí, propuso un plan de paz integral para poner fin al conflicto palestino-israelí. La propuesta ofrecía el reconocimiento árabe, relaciones comerciales y diplomáticas, el fin del estado de beligerancia y de las sanciones económicas, a cambio de que Israel cumpliera las resoluciones de Naciones Unidas y se retirara de todos los territorios palestinos ocupados durante y después de la guerra de 1967. El Primer Ministro israelí rechazó rotundamente la propuesta saudí argumentando que era únicamente una ‘base de negociación’.

La ZPC inmediatamente se hizo eco de la línea del partido israelí, cuestionando la forma y sustancia de la propuesta y atacando a los regímenes árabes. El 29 de marzo del 2007, el órgano de los presidentes de las organizaciones judías americanas más importantes publicó cuatro panfletos propagandísticos atacando la propuesta de paz y respaldó el rechazo de Israel. El lobby garantizó que el Congreso y Ejecutivo de Estados Unidos o bien apoyaran la posición israelí o rechazaran apoyar el plan saudí. Una vez más, los 150 miembros a tiempo completo del lobby fueron más listos que las multinacionales del petróleo norteamericanas pro-árabes.

El líder de la mayoría en la Cámara como mensajero de Israel

La visita a Siria de Nance Pelosi, líder de la mayoría demócrata, generó una respuesta hostil de parte de la Casa Blanca y elogios de liberales y progresistas. Bush manifestó su desaprobación a Pelosi por inmiscuirse en su política exterior y su posición de ‘no negociación’ con Siria. Los liberales aclamaron la visita de Pelosi como una nueva posibilidad para la ‘diplomacia’ frente a las amenazas y el ruido de sables. Ninguno de los dos percibió que la principal y esencial tarea de Pelosi era servir como mensajero —con poderes especiales— del Estado de Israel. Durante su visita a Israel, anterior a la de Siria, el régimen de Israel dio instrucciones a Pelosi para que presionara a Siria para que retire su apoyo a Hamas, Hezbolá e Irán. El primer ministro israelí le dijo a su mensajero —Pelosi— que re-transmitiera a los sirios que romper lazos y aislarse de sus únicos aliados eran las condiciones de Israel para la apertura de negociaciones.

Esto sucedió a pesar de que hasta la visita de Pelosi a Siria, AIPAC y la máquina política sionista en su totalidad habían insultado a todo miembro del Congreso que se atreviera a mencionar la posibilidad de visitar Siria. Sin embargo, cuando Israel filtró que Pelosi estaba transmitiendo mensajes israelíes a Siria, el lobby no puso objeciones. La línea del partido de Tel Aviv había cambiado y la quinta columna israelí automáticamente modificó su línea, y ninguno de sus ‘funcionarios’ protestó. Cuando Estalin cambió bruscamente la línea del partido, había más comunistas disidentes en el extranjero que hoy desertores sionistas en circunstancias similares.

Las casi cómicas volteretas y contorsiones ideológicas que dan los ‘Primero Israel’ (IF [‘Israel Firsters’]) para seguir el zigzagueo de sus domadores israelíes se hace evidente en su forma de tratar a los Estados árabes del Golfo. Durante mucho tiempo, el IF ha hecho todo lo posible por desacreditarlos, refiriéndose a ellos como Estados absolutistas, decrépitos, y ridiculizó la caracterización del Departamento de Estado, que los definió como ‘árabes moderados’.

Más recientemente, cuando Olmert se refirió a esos mismos Estados como ‘moderados’, principalmente porque están implicados en negocios encubiertos con Israel por medio de terceros, y criticó a Irán, el lobby revisó su línea y habló en su favor. Pero cuando los saudíes lograron que Hamas y la OLP formaran gobierno, Israel tachó el papel de Arabia Saudí como de respaldo al terrorismo de Hamas, y la propaganda sionista siguió el ejemplo, acusando a los saudíes de financiar a Hamas. El servilismo ciego del lobby de Israel a un ‘poder extranjero’ solo sería un asunto del Departamento de Justicia si no tuviera un impacto tan profundo en la política estadounidense en Oriente Medio, donde las modificaciones israelíes de su política se reflejan en la política norteamericana.

El primer lobby de Israel bloquea una importante venta de armas

Con un déficit comercial que sobrepasa los 500 mil millones de dólares, uno de los pocos sectores de exportación competitivos estadounidenses es el de la industria armamentística, número uno mundial en venta de armas —seguido de Israel. Los planes de la administración Bush en venta de armas a Arabia Saudí y a otros aliados del Golfo Pérsico han sido bloqueados por Israel, por medio del lobby sionista (NY Times, 5/04/2007).

Funcionarios de la administración han concertado y cancelado dos veces reuniones informativas para miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado debido a la influencia de AIPAC sobre el comité y la posibilidad de que los acuerdos de venta fueran rechazados. Como consecuencia, la administración espera que Israel llame a sus perros de ataque del lobby a cambio de un incremento de la ayuda militar y de las donaciones a Israel en un 20% —aumentando el total de la ayuda militar de 2.400 millones de dólares a tres mil millones anuales. El Secretario de Defensa, Gates, incapaz de acabar con la influencia del lobby en el Congreso, tuvo que volar a Israel y suplicar que se consintiera la venta, a cambio de tecnología militar avanzada.

Las ayudas a Israel en materia de investigación militar avanzada, diseño y tecnología han mejorado la posición de Israel en el competitivo mercado mundial de alta tecnología y por tanto aumentado las ganancias… a costa de Estados Unidos, según se desprende de las recientes ventas a India, de alrededor de 1.500 millones de dólares. En suma, el lobby de Israel es más listo que el complejo industrial-militar de Estados Unidos en lo que se refiere a influencia en el Congreso, capacidad de bloqueo de tratos lucrativos y mejora de las ventas de Israel en el mercado mundial.

Los candidatos del Partido Demócrata doblan la cerviz ante el Lobby

Los aspirantes a la presidencia más importantes del Partido Demócrata han hecho una labor extraordinaria por asegurar la aprobación del lobby: todos respaldan la ‘opción militar’ contra Irán; todos apoyan el paquete de ayuda a Israel de 2.400 millones de dólares, a pesar de que la renta per cápita en Israel asciende a 25.000 dólares y a pesar del boom de su industria de alta tecnología. La senadora por New York, Hillary Clinton, al hablar ante el Consejo Demócrata Nacional Judío [National Jewish Democratic Council], apeló a la intervención militar contra Irán (Jerusalem Post, 26/04/2007). El periódico israelí, Haaretz, aprovechándose de la actitud aduladora de todos los candidatos, fomentó la creación de un panel de ‘expertos’ israelíes para evaluar a los candidatos a la presidencia de Estados Unidos sobre la base de su servilismo a los intereses de Israel.

Esto, a su vez, hizo que el senador Obama enviara al panel israelí sus más recientes, burdos y belicosos pronunciamientos con relación a Irán (ver Robert Kagan, ‘Obama the Interventionist’, Washington Post, 29/04/2007). Sin embargo, es Hillary Clinton la líder del pelotón en la carrera por asegurar la campaña de financiación judía. La alta estima del lobby por Clinton no se debe únicamente a su total y completa identificación con Israel —según fue manifiesto en la Convención AIPAC de marzo del 2007—, sino por el notorio historial de la familia. El otrora director de la CIA, George Tenet, en su último libro, En el centro de la tormenta [At the Center of the Storm] [6]6 , dedica un capítulo entero a la propuesta del entonces presidente —Bill Clinton— de liberar al superespía americano-israelí, Jonathan Pollard, de la prisión federal.

Espoleado por el presidente de Israel, el ultraderechista Benyamin Netanhayu, su asesor en Seguridad Nacional, el Zionlib [7] Sandy Berger, el enviado en Oriente Medio, el Zioncon Dennis Ross, y por un importante sector del lobby, Clinton propuso la puesta en libertad del espía Pollard. De acuerdo con su libro, Tenet le dijo a Clinton que dimitiría, ya que perdería todo su capital moral teniendo en cuenta toda la inteligencia acumulada que demostraría que se recompensaba a un traidor. Más aun, todo el servicio de inteligencia y el aparato militar se indignó ante el hecho de que Clinton siguiera las políticas trazadas por los servicios de espionaje israelíes y los miembros de su lobby por encima de los intereses de la seguridad nacional americana.

Clinton, posteriormente, sentó un precedente al conceder el indulto a un criminal, el estafador mil-millonario [billonario] March Rich, hoy ciudadano israelí y amigo íntimo de los líderes del lobby y de Israel. Hillary Clinton ha demostrado que tanto ella como Bill no solo hablan, sino que actúan, en primer lugar, por los intereses israelíes incluso cuando ello implica ir en contra de todo el servicio de seguridad nacional y su sistema legal. Esta sórdida historia, realmente, es una prueba clara de que los Clinton son cien por cien seguidores bona fide del bando israelí, algo de lo que ningún otro candidato puede jactarse.

A principios de mayo, la administración bush elaboró un plan para relanzar gradualmente, en un periodo de ocho meses, las perspectivas de paz entre Israel y Palestina. La propuesta solamente pedía a los israelíes que permitieran pasar entre Gaza y Cisjordania a los camiones y autobuses —normales pero urgentes— de los palestinos, a cambio de que estos controlaran los lanzamientos de cohetes caseros en la frontera.

Como era predecible, los israelíes se opusieron a la más mínima alteración de la guetización opresiva de los palestinos (Daily Alert, 2/5/2007). Los líderes israelíes rechazaron una agenda que les obligaba a posponer las cosas: los militares israelíes se opusieron a cualquier relajamiento de la pinza en Gaza “por razones de seguridad” (Daily Alert, 8/5/2007). Argumentaron que Hamas podría extender su influencia en Cisjordania por medio de la persuasión. Después de que los militares israelíes rechazaran la iniciativa de Bush, la ZPC se puso manos a la obra. Los demócratas, incluidos todos los candidatos a la presidencia y líderes del Congreso, se negaron a respaldar el anémico esfuerzo de Bush por abrir el gueto de Gaza. Los medios de comunicación siguieron el ejemplo. El looby pro-Israel enterró la propuesta, en su totalidad, antes incluso de que llegara a debate público.

El Lobby contra la acusación federal: el juicio de los espías de AIPAC

El 4 de agosto del 2005 dos líderes del AIPAC y un analista del Pentágono, Larry Franklin, fueron llevados ante un gran jurado federal acusados de espiar para Israel. En la lista de la acusación se enumeran cuantiosas acciones de espionaje que datan de 1999, año en el que los dos líderes de AIPAC sirvieron de conductos de diversa información clasificada que fluía entre Washington y Tel Aviv. Franklin ha confesado y cooperado con el FBI en la grabación de su encuentro con Rosen y Weissman sobre la entrega, a agentes de la Embajada de Israel, de un documento de alta seguridad de la Casa Blanca relacionado con la política estadounidense con respecto a Irán. Enfrentado a una ingente cantidad de pruebas, el AIPAC ‘despidió’ a Rosen y Weiss, dejó de pagar a los abogados e, inicialmente, negó cualquier responsabilidad por la pareja. Posteriormente, sin embargo, el AIPAC y otras muchas organizaciones satélites decidieron convertir el juicio por espionaje en una campaña por la ‘libertad de expresión’.

En consecuencia, los miembros del lobby —liberales y conservadores— lograron azuzar a celebridades del periodismo de ‘izquierdas’, locutores de televisión progresistas y académicos en defensa de Rosen y Weissman. La periodista Dorothy Rabinowitz, galardonada con el premio Pulitzer, argumentó en defensa de los dos funcionarios del AIPAC que pasar documentos oficiales de alta seguridad a agentes de la Embajada de Israel es “algo que pasa todos los días en Washington y que está claramente protegido por la Primera Enmienda 8” (Wall Street Journal, 2/04/2007).

Estando cercana la fecha del juicio, las organizaciones pro-israelíes más importantes, mil-millonarios productores de Hollywood y gran parte de la prensa judía de Estados Unidos —si no toda— se han embarcado en la defensa de Rosen y Weissman (El “affaire Dreyfus” americano). Si exceptuamos a un puñado de bloggers en Internet, ni un solo partido político, movimiento social o político se ha atrevido a criticar la entrega de documentos clasificados a Israel o a enarcar las cejas en muestra de estupor ante la ecuación ‘libertad de expresión’ igual a espiar para una potencia extranjera. Debido a la omnipresente presión del lobby, el juez federal T. S. Ellis ha resuelto diversas alteraciones en el procedimiento que debilitan el caso de la acusación. Una vez más, la ZPC parece haber vencido a las instituciones norteamericanas en una prueba de fuerza, en este caso a los abogados federales de la acusación y al FBI.

AIPAC e Israel: un informante estratégico en la Casa Blanca

El juicio por espionaje de los dos altos funcionarios del AIPAC que admitieron pasar documentos estratégicos a diplomáticos israelíes (y que han sido defendidos por una hueste progresista de sionistas americanos de izquierdas valedores de la ‘libertad de expresión’), ha revelado la profundidad de su implantación en las altas jerarquías de la Casa Blanca. En sesiones preliminares del juicio, el abogado defensor, Abby Lowell, en un intento de exonerar a los sospechosos de espionaje, anunció que los acusados recibieron información ‘explosiva’ e incluso más *imprevisible [volatile] del entonces Consejero para la Seguridad Nacional, Condeleeza Rice (Jewish Telegraph Agency, 10/4/2007). Poca duda cabe de que la transmisión de Rice de información confidencial en materia de seguridad al AIPAC fue también puesta en manos de la Embajada de Israel y de sus agentes secretos del Mossad que operan en Washington.

La red de espías del lobby se extiende más allá de lo confesado por el espía del Pentágono, Laurence Franklin, que entregó documentos confidenciales a los funcionarios acusados del AIPAC. Según la Jewish Telegraph Agency, que citaba a la abogada Abby Lowell: “Rice no fue solo el interlocutor de Rosen, sino que había filtrado información idéntica a —y a menudo más delicada que— los ejemplos citados en la acusación”. Lowell añadió que la información provista por Rice era más *inestable [volatile] que la información descrita en la acusación. Lowell aseguró que “junto a Rice, otros tres ex funcionarios y funcionarios responsables en política para Oriente Medio” suministraban información a los israelíes del AIPAC acusados de espionaje.

La Configuración de Poder Sionista (ZPC): represión cultural al servicio de Israel

La costumbre de lanzar a la chusma contra los musulmanes está bastante extendida entre los fanáticos sionistas dentro del gobierno norteamericano y fuera del mismo entre las principales organizaciones pro-Israel sin (aparente) tacha. El Congreso de Presidentes de las Organizaciones Judías más Destacadas (CPMJO [Conference of Presidents of the Major Jewish Organizations]) respaldó a Michael Chertoff, el co-pensador de doble ciudadanía norteamericano-israelí y director del Departamento de Seguridad Patria [Department of Homeland Security], en sus esfuerzos por restringir las visitas de musulmanes a los Estados Unidos, incluyendo a ciudadanos británicos de lo que el New York Times (2/05/2007) llama diplomáticamente “origen paquistaní”.

En un artículo de primera página del boletín de noticias The Daily Alert (9/5/2007) se publicó un escrito xenofóbo de Josh Meyer y Erika Hayasaki titulado: “Seis ‘islamistas radicales’ extranjeros acusados de planear un atentado contra la base militar de Fort Dix”. Cuando los fanáticos pro-Israel situados en puestos políticos clave se enzarzan en descaradas cazas de brujas racistas contra musulmanes, y destacadas y respetables organizaciones sionistas publican con una retórica xenófoba e incendiaria, ningún miembro del Congreso, ningún funcionario del Departamento de Justicia solicita una investigación o vista pública.

El poder de ZPC sobrepasa con creces la presión política [political lobbying] de AIPAC. Se extiende a todos los ámbitos de la vida intelectual y cultural de Estados Unidos. Los desenfrenados y virulentos ataques personales de los medios de comunicación nacionales contra el ex presidente Jimmy Carter por escribir un crítico libro en el que describe con pruebas documentales el sistema israelí de apartheid, constituyen un ejemplo de la extensa red de la propaganda sionista. Muchos están situados en las instituciones y medios de comunicación más importantes y comparten una serie de duras creencias sobre la doctrina de la infalibilidad de Israel. El mismo tratamiento malicioso fue repartido entre el Profesor de Harvard Mersheimer y el Profesor Walt, de la Universidad de Chicago, por escribir un artículo en el que se criticaba al lobby sionista norteamericano.

Aparte de la oleada de páginas ideológicas en las que se condena el ensayo y se calumnia a los autores con las usuales banalidades (‘antisemitas’), varios judíos ricos y ‘filántropos’ forzaron a la corporación Harvard a desvincularse del ensayo en su página de Internet Kennedy School. Idéntico alcance octópodo del sionismo se manifestó en la clausura de un encuentro en el que se discutía Israel, en el que participó el Profesor de la Universidad de Nueva York, Tony Judt, crítico moderado del Estado de Israel y su Lobby. Más pernicioso y en algunos aspectos más ilustrativo del rol cultural descaradamente represivo de la Zionist Power Configuration es su poder para impedir la representación de una obra basada en los escritos del trabajador en derechos humanos [ human rights worker ], la americana Rachel Corrie, asesinada en la franja de Gaza en abril del 2003, aplastada por un bulldozer. En Nueva York, Miami y Toronto, las representaciones públicas de “Me llamo Rachel Corrie” [ My Name is Rachel Corrie ] fueron canceladas a la fuerza por amenazas de boicot económico lanzadas por los ‘filántropos’ y ‘mecenas’ locales judíos.

La seriedad de estos actos de obvia censura política y cultural revela la profunda y abierta hostilidad de la ZPC a los mejores ejemplos de solidaridad humanitaria en Estados Unidos, y se integra en la peor clase de violencia israelí. Ni uno solo de los críticos de izquierdas o progresistas se atrevió a plantear la complicidad del sionismo americano en este atroz ‘crimen de odio’ cometido por un poder extranjero contra un americano que trabajaba por los derechos humanos. Ningún otro grupo puede respaldar tan exitosamente a los asesinos despiadados de un ciudadano americano con impunidad y anonimato y continuar poseyendo las credenciales de ‘patrones de las artes y la cultura’.

Hasta el día de hoy, 40 años después, la misma muchedumbre defiende o disculpa el deliberado ataque de Israel contra el buque de vigilancia naval norteamericano, el USS Liberty, desarmado y en aguas internacionales, que costó la vida a unos 150 marineros estadounidenses. Esta panda de ‘Adelantados de Israel’ es enaltecida en sus comunidades aquí, en Estados Unidos, bienvenida en las altas esferas y segura en la prosperidad material de su entorno.

A muchos candidatos altamente cualificados y con excelentes currículos se les niega el acceso a puestos académicos y profesionales o se les amenaza con la pérdida de sus titularidades o con la expulsión, únicamente por criticar a Israel. Los casos del nombramiento del Profesor Juan Cole en Yale y del Profesor Norman Finkelstein en la Universidad De Paul son los casos más notorios. El mundialmente famoso académico palestino-americano Edward Said, fue perseguido y calumniado hasta su muerte (reciente) por los perros de ataque del lobby.

Lo que está claro, en la teoría y en la práctica, es que la ZPC incluye a cientos de organizaciones locales y decenas de miles de individuos que se encargan, a nivel local, de la defensa de la política de Israel, su imagen e intereses, pisoteando la libertad constitucional y académica de otros americanos.

Por cada obra prohibida, por cada productor castigado y teatro boicoteado, otros miles de trabajadores e instituciones culturales son intimidados. Interiorizan los códigos de represión impuestos por los sionistas y se auto-censuran. Se someten a los dictados de la ZPC con relación a lo que se puede y no se puede representar, lo que es ofensivo y lo que no lo es a la ‘sensibilidad judía’ —ese exquisito eufemismo del poder sionista.

Las manifestaciones del autoritarismo cultural sionista se fundamenta a nivel local y está estrechamente ligado a las campañas nacionales de monopolio de la totalidad de la discusión sobre la política estadounidense en Oriente Medio, enfocada especialmente en excluir cualquier tipo de crítica a Israel y al poderoso papel jugado por el lobby sionista. Este monopolio es muy evidente en cualquier estudio sistemático de las páginas de opinión y editoriales de los medios periodísticos de gran tirada y de los paneles de ‘expertos’ de los programas de radio y televisión.

El papel represivo a nivel cultural e ideológico de la hidra pro-Israel encuentra su expresión quintaesenciada en la gran mayoría de los críticos ‘progresistas’. Diversos ideólogos ‘marxistas’ y defensores de la ‘paz’ ignoran, completa y deliberadamente, la influencia de la ZPC en el Congreso, en el Ejecutivo y en la vida cultural. En vez de ello se dedican a criticar insistentemente a Bush, a Cheney, a los republicanos y a los demócratas, sin mencionar entre sus promotores a los cientos de miles de sionistas fanáticos y a los miles de donantes políticos de primer orden. No es ninguna sorpresa que la Zionist power configuration tenga más poder que cualquier otro grupo de presión [lobby] en Washington: son el único grupo de poder que no tiene oposición, ningún grupo organizado dispuesto a nombrarlos, mucho menos a desafiar y luchar contra la pinza con que estrangulan al Congreso. Peor aun, algunos de los críticos más influyentes de la guerra en Irak proporcionan una pantalla ideológica al negar el papel dominante de la ZPC y al desviar la atención hacia otros supuestos responsables de la guerra (Big Oil) o hacia actores políticos secundarios, que cumplen las iniciativas del Lobby.

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