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Prólogo por IRENE CAMINOS
No siempre que Dios envía un hombre con una misión peligrosa y difícil avisa previamente a las autoridades. No, en ocasiones, los autoriza directamente Él mismo, con la perfección de su vida, con su capacidad, o con milagros: según los casos. Y las autoridades deben arreglarse con sus propios medios para reconocerlos.
Si las autoridades los desprecian, Dios permite que caigan en el peor error; y cometan el crimen más horroroso, que es matar al hombre de Dios, por ser de Dios. Matarlo con muerte física o con muerte civil, lo mismo da. Parece increíble que Castellani, una de las inteligencias más finas y equilibradas del país, un prosista consumado, un ironista ático y sobrio, y una mente con la vocación especulativa de ver las cosas como son; ni la Iglesia Católica, ni la Orden fundada por Ignacio de Loyola, ni la Iglesia Argentina establecida, ni la Argentina oficial lo hayan reconocido doctor y profeta. Sólo el Gobierno de Estela Martínez de Perón advirtió, en parte, el valor egregio de sus cincuenta y seis obras editadas, silenciosos testimonios de una vida heroica, apasionada por el triunfo de la Verdad y la Justicia, al otorgarle el Premio Consagración Nacional.
En Europa, en Francia y en Italia, sí. Es el único argentino que ha conquistado con su esfuerzo, es decir, saliendo airoso de todas las pruebas, hasta alcanzar dos títulos doctorales en dos centros de los más encumbrados de la intelectualidad europea: la Sorbona, de París, y la Pontificia Universidad Gregoriana, de Roma. Y eso, antes de incoarse en ambas la fatal decadencia actual. En la Ciudad Eterna, testigo de su primera hazaña, se postuló al examen ad gradum, el cual exige el conocimiento y desarrollo de temas tan especializados y difíciles, que, en cada siglo, uno o dos candidatos se presentan a rendirlos; mas, en ocasiones, ninguno los aprueba. Castellani, con notas todas de sobresaliente, obtuvo el título más alto que la Iglesia Católica otorga a los más sabios entre sus doctores (1931). Diploma bulado lo claman por llevar como protocolización el mismo sello de plomo de las bulas pontificias. En él, el Papa Pío XI y el Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Wladimiro Ledóchowski, acreditan con su firma, que Leonardo Luis Castellani es Doctor Sacro Universal (cum licentia ubique docendi), que su título lo habilita a enseñar Filosofía y Teología, aquí, como en Inglaterra, la China o el Japón, sin reválida. El mismo le da derecho a publicar sus escritos sin censura previa, en los países donde no hubiese otro título igual o superior al suyo. Superior, no existe; igual, nadie lo tenía en la Iglesia desde el descubrimiento de América hasta él. Magnífica hazaña de atleta intelectual, registrada sólo en el libro de la vida que los ángeles llevan en el Reino de los Cielos. Y en esta introducción.
En la Facultad de Letras de París Castellani hizo, con su esfuerzo, un “Certificado de Estudios Superiores en Filosofía (rama Psicología)”, que la multisecular Universidad otorga únicamente a los que, con título de doctor expedido por una universidad extranjera, llega a ella para perfeccionarse en el conocimiento del saber desinteresado y perfecto. Saber (con sabor), como el de los antiguos letrados, que eran una cosa seria, porque, por aquel entonces, doctor, sólo se llamaba al capaz de enseñar una ciencia, o bien, todas las ciencias armadas en sabiduría.
Las universidades, que deben ser la serena morada de las letras y las ciencias, no se fundan con leyes. El monje Roberto de Sorbon no hizo ninguna ley al fundar la que lleva su nombre. Creó un albergue en 1523 para estudiantes pobres, siendo, además, canónigo de la ciudad y capellán del rey Luis XV (el Santo). El albergue de Sorbon se va prestigiando a lo largo de los siglos. Su espíritu creciendo por la perseverancia en la Verdad y en la Justicia. La Verdad no es una cosa que alguno pueda tener o no tener. La Verdad es como la luz, algo en la que todos pueden estar y permanecer; y de hecho están y, casi diría, hasta por derecho deben estar. Porque la Verdad es para el alma, como el pan para el cuerpo. Conforme con la sentencia de Cristo Jesús en el Evangelio: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Sobre la Verdad se funda la Justicia, que también es sacra, y piedra angular de la vida civilizada.
A París llegó Ignacio de Loyola (el 2 de febrero de 1529), peregrino de treinta y ocho años, descalzo y pobre, en busca de la ciencia en que fundar su experiencia condensada en el Libro de los Ejercicios Espirituales, que Castellani analiza de conformidad con las conquistas de la psicología moderna en esa memoria, doblemente memorabilísima, si se piensa en quien la inspiró: Dios; en quienes la han aplicado durante siglos (los jesuitas) y en el actual comentarista. Entre la Sorbona que Ignacio encontró en 1529 y la de Castellani median cuatro siglos. A la segunda sólo nos referiremos, la de 1931.
El interés por la psicología en la Facultad de letras había alcanzado un incremento extraordinario. Ese progreso era consecuencia de la evolución de los métodos. A la introspección, método primitivo y clásico, se unieron formas renovadas que vigorizaban la psicología filosófica, con la observación externa, la experimentación y la medida, dando lugar a la aparición de la psicología animal, infantil y de la adolescencia, la de los pueblos salvajes y civilizados, y la patológica, todas con múltiples subdivisiones.
Los métodos enunciados han ampliado los conocimientos y de ese modo se explica que el doctor George Dumas, inspirado en la línea agnóstica de Théodule-Armand Ribot, haya creado un modo de hacer psicología calificada, por Francisco de Havre, ilustre profesor de la Universidad de Lovaina, como “verdadera suma de la psicología francesa contemporánea”. Lo es de la psicología francesa, si se considera que casi todos sus colaboradores eran franceses. Aunque no lo es, sin embargo, si se observa el contenido de los trabajos elaborados y sus bibliografías, donde no sólo se citan y admiten autores ingleses, norteamericanos, españoles, portugueses, italianos, alemanes y argentinos, de todos los credos religiosos si se hallan seria y científicamente fundados.
Era Dumas un representante típico del espíritu francés, Doctor en Letras y en Medicina; que descubrió su vocación en las clases de la Escuela Normal, donde fue alumno de Ribot, de quien además de discípulo fue amigo dilecto. Estudió medicina por su consejo, para conocer la base orgánica de lo psíquico, según sostiene la escuela experimental, a la que ambos pertenecen. Experimental, no en el sentido de experiencia de laboratorio, sino en el de conocimiento fundado en la experiencia vivida.
A la amplitud de su espíritu científico unía una condición extraordinaria: sentía por el prójimo una profunda simpatía humana.
Los estudiosos franceses, con el sentido universal de la cultura que los caracteriza, no estimaban arbitrariamente la labor de sus compatriotas ni la de los que escriben en francés solamente.
Los estudios médicos de Dumas no aminoraban su interés por lo espiritual ni por lo filosófico, y así se puso a cubierto del riesgo en que frecuentemente caen los fanáticos y los espíritus anticientíficos: subestimar lo que ignoran o sobrestimar lo que conocen mejor.
Dumas apadrinó la tesis del Padre Castellani, supo valorar sus hallazgos, que no son pocos en esta Memoria.
Jamás se contentó el Padre Castellani con repetir conceptos y teorías ajenas.
Castellani, asombro de los peritos en libros, de lo cual da prueba la riquísima bibliografía, sólo parece inaccesible, contradictorio o raro, a los improvisados y perezosos, a los que “no saben qué decir de los poetas y escritores, o de los hechos y dichos, eminentes o no”, por la sencilla razón de no haberlos leído. La erudición, la certeza del juicio, la moderación en la crítica, la noble distinción del estilo, inflexible ante el error o la mala voluntad manifiesta del espíritu maniqueo de quienes odian la verdad por causa de su propio fanatismo irredento, que les pide tinieblas o confusión mental.
El trabajo del Padre Castellani se encuadra dentro de la psicología religiosa. Como el autor mismo lo expresa. Toma del librito de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, sólo la primera semana. Lo define: Un “documento psicológico aún viviente, del cual tengo alguna experiencia directa y me propongo interrogarlo aquí sobre varios puntos de psicología general”. Los enumera así: “1) la naturaleza de creencia; 2) la conversión; 3) la eficacia de la voluntad y el intelecto; 4) la formación y corrección del carácter; 5) la relación entre moral y religión y sus fuentes”.
Se sometió dócilmente con verdadero espíritu científico de buscar la verdad, al aceptar con gusto el seguir durante dos años, con asistencia obligatoria, examen final y la elaboración de una Memoria, cuyo tema - a propuesta de tres elegidos por el postulante - debía ser aceptado por el padrino de tesis, que fue nada menos que el doctor y profesor de la Sorbona, George Dumas.
El doctor Dumas dictaba, además, el curso de Diagnóstico de enfermos mentales en el “Asile Sainte Anne”, de París, del cual era así mismo director. Era también miembro de la Academia y del Instituto de Medicina de Francia. Gozaba de una autoridad francesa de fama mundial. El trato frecuente entre discípulo y maestro, la vinculación natural de las cuestiones psiquiátricas suscitadas y la naturaleza del tema: “La catharsis catholique dans les Exercises Spirituels d´Ignace de Loyola”, llevaron al viejo maestro a consultar al discípulo - que no era médico - para tomar en cuenta su opinión en cuestiones puramente de su especialidad. Dos notables curaciones súbitas, no milagrosas, sino aplicando el método preconizado por Ignacio en su librito, que llenaron de respeto y admiración al sabio y experimentado profesor, lo determinaron a poner su archivo personal a disposición del alumno. Haciéndole un honor que en ocasiones el doctor Dumas había negado a colegas de notoriedad mundial.
Castellani siguió el curso del Padre Marcel Jousse, SJ, en L´Ecole d´Anthropologie, de la asignatura: Psicología lingüística; y otros con el doctor Georges Wallon y con Charles Delacroix. Wallon (además, maestro de conferencias de la Sorbona), se encargó de preparar la que el padre Castellani dio en el paraninfo de la Universidad, acerca del tema de su tesis. Distinción nada común.
Todos estos triunfos del Padre Castellani, cuyo brillo el Señor le enviaba como consuelo anticipado por el dolor, las calumnias, los agravios, las negaciones y postergaciones que en la patria le tenían preparados los enemigos de Cristo y de su Iglesia, los recibió sumiso para mayor gloria de Dios.
IRENE CAMINOS
Prólogo al libro “La Catarsis Católica en los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola”. Ediciones Epheta, Buenos Aires, 1991.
LEONARDO CASTELLANI
ESENCIA DEL LIBERALISMO
La República Argentina no es una nación sino un problema.
El problema es: ¿qué va a salir de esta desintegración del liberalismo argentino?, ¿qué se puede hacer para que no desintegre al país?
Para resolverlo es necesario saber aunque sea de un modo somero qué cosa fue el Liberalismo donde nacimos: “qui genuit Democraciam, qui genuit Comunismum, qui genuit Reactionem Fascisticam, qui genuit Neocapitalismum... ex quibus generábitur Futurum”.
Me han pedido que urda sobre este tema una conferencia filosófica; es decir, ni demasiado teológica ni demasiado literaria....
Una conferencia filosófica poco logra, si no es en una clase de filosofía; y hay muchos libros eximios sobre el Liberalismo que se pueden leer con más provecho que esto. Mi esperanza y mi consejo es que esta actividad conferencística, que es loable cuando no es demasiado espasmódica, se transforme en verdaderos cursos de ciencias políticas y sociales (incluso de lengua castellana, de latín y de ejercitación oratoria), cursos serios, sacrificados y pacientes, con sus bibliotecas, su revista y al fin su editorial; cosa que por suerte ya se halla incoada, aunque no por la Universidad Católica; la cual tiene por fin solamente los títulos, la apologética y la ciencia (aprendida de memoria en los libros de Derisi) yo no puedo vencer al liberalismo. Ustedes tampoco ni cada uno ni todos juntos ni en un año ni en dos; aunque antes de una década es menester que esté vencida aquí “nuestra Tradición Liberal”, que dice Valmaggia con manifiesta inexactitud. Un hombre hereda de su padre una casa y una tuberculosis: la casa es tradición, la tuberculosis NO es tradición. Yo heredé de mi abuelo que fue arquitecto y de mi padre que fue normalista el liberalismo; del cual estoy sano; o por lo menos, furiosamente de vuelta.
El coraje actualmente en la Argentina se llama Paciencia, con una gran dosis de Decisión: el mal es profundo. Hay cuatro cosas en el orden intelectual a cual más malas, que son ignorancia, el error, la mentira, y la confusión y esto último, donde estamos entrando, es lo peor, porque ya es demencia. ¿Me quieren decir lo que significa aquí ya la palabra Democracia? ¿O la palabra Cultura? ¿O la palabra Libertad? Esas palabras significan “confusión”; o bien, si ustedes quieren: “el presupuesto siempre subiendo, y el decoro siempre bajando”. Un ministro del cual no quiero acordarme desafió por radio anteayer a sus oyentes que le enseñaran si osaban “el remedio al déficit del presupuesto”. Sospecho que él lo sabe lo mismo que yo: la cuarta parte del presupuesto del país puede podarse sin que al país le pase nada en absoluto; y ante todo, el rubro entero denominado Cultura. El fomento de la cultura del país por el Gobierno es matufia; más bien estorba que fomenta; y en eso se despilfarran millones inútil y viciosamente. Puedo hacer bueno con números esto que digo; si fuera necesario.
Ni yo ni ustedes podemos vencer de golpe a Echeverría, a Ingenieros y a Repetto (yo ni siquiera puedo leerlos) pero podemos servir a la verdad, incluso si Dios nos elige podemos DAR TESTIMONIO A LA VERDAD; lo cual es el gran grito del Cristianismo, el que hizo caer las murallas de la pagana Jericó. Toda la religión de Cristo se encierra en estas dos palabras que Cristo impuso a sus Apóstoles: DAR TESTIMONIO. Como decía Unamuno con bastante exageración, “tenemos que hacer que Dios exista creyendo en Él”. La verdad es que tenemos que responzabilizarnos de Dios, sobre todo con respecto a los pobres: “Conmigo lo hicisteis”. Incluso tenemos que arreglar si podemos lo que Dios se olvida de arreglar. El místico alemán Angelus Silesius decía:
“Ich bin so reich als Gott, es kann kein Staublein sein
Dass ich, Mensch, glaube mir, mit ihn nicht hab gemein
Ich weiss dass ohne mich Gott ein Nu kann nicht leben
Werd´ich zunichts, Es muss vor Not den Geist auf geben.”
(Soy tan rico como Dios, no hay un granito de arena
Que yo junto con Dios no lo posea
Y yo sé que Dios sin mí no posee su existencia
Ni sin mí fuera posible que Dios fuera)
La situación actual de Confusión Mental y Cretinización Colectiva progresista nos ha sido dada, no la hemos hecho nosotros. Nos han dado un juego embrollado (¡cómo será de embrollado que a mí algunos me adjetivan “cura liberal”!), no lo hemos embrollado nosotros y no podemos desembrollarlo de golpe...
(The time is out of joint: o curset spite
That ever I was born to set it right!)
que ha sido siempre el error del Nacionalismo, querer arreglar al país enseguida o a corto plazo: está demasiado embrollado para eso, hay que tener paciencia; no podemos cambiar de golpe el juego tramposo, pero podemos cada uno en su lugar “HACER VERDAD”, como dicen en Cataluña a los chicos cuando salen de casa “fa bontat”, haz bondad: dar verdad es la mayor bondad, “la caridad de la Verdad”, dice San Pablo. En España durante un siglo que duró el dominio del liberalismo nunca faltaron hombres, desde Donoso Cortés hasta Ramiro de Maeztu, que hicieron Verdad, o sea, dieron testimonio; y España venció al liberalismo.
Esta es la verdadera Gran Misión de Buenos Aires: no precisamente hacer exterioridad religiosa, ni propaganda religiosa, ni aburrimiento religioso, repitiendo los lugares comunes religiosos de los cuales la gente está aburrida; sino hacer Verdad. ¿Cómo se hace Verdad? Solamente con Vida, esa es la materia prima. ¿Cómo se hace Vida? Dios nos ha dado un cachito, no podemos aumentarlo ni diminuirlo, podemos BIENGASTARLO.
En la conferencia levemente filosófica que está aquí, yo me ponía a probar filosóficamente que el Liberalismo del siglo pasado enarboló la bandera de la Libertad y arruinó las libertades, que son la única verdadera Libertad que existe; pues existe también una falsa libertad, que es la fomentada por el liberalismo; la cual es a la verdadera libertad lo que la demagogia y el democratismo es a la democracia; el filosofismo a la filosofía; la sofística a la sofía y la superstición y la herejía a la Religión. Es decir, es peor que ignorancia, es peor que mentira, es confusión. Y después me puse a investigar por qué el liberalismo que proclamaba la libertad (y en algunos, de buena fe) acabó por arruinar la Libertad, paradójico resultado; de modo que hoy día yo, y todos los nacionalistas, odiamos al liberalismo en la misma medida en que amamos la libertad. Y después busqué la razón teológica de ese fenómeno monstruoso que jamás antes se había visto en el mundo. ¡Pamplinas! Todo eso no sirve.
Volví la vista a la Argentina y a mi pequeño auditorio, y me di cuenta de que aquí el liberalismo no merece ni mucha investigación ni mucha discusión; de que casi es de mal gusto y casi es de asco el tocarlo; de que aquí ha sido brutamente importado, y no ha tenido ni doctrina ni inteligencia ni siquiera buena fe; que no ha producido ninguna obra maestra en ningún género (excepto la novela “Amalia”, sólo que nadie la puede leer), sino solamente los enormes males en los cuales ahora nos debatimos; y en fin que la filosofía que hay que hacer aquí acerca del liberalismo debe ser existencialista y no esencialista; que no interesa ahora tanto conocer su esencia cuanto librarnos de su existencia. Para conocer su esencia sirven todos esos escritores españoles a los cuales aludí, cuyas obras deberían estar aquí rodeándome por todos lados. A mi me educaron jesuitas españoles que me hicieron algo mal y mucho bien; y uno de los bienes fue que me hicieron vivir cinco años en el Colegio Inmaculada de Santa Fe rodeado desos libros de Jovellanos, Donoso Cortés, Balmes, Nocedal, Tamayo y Baus, Adolfo Claravana, Pedro A. de Alarcón, Aparisi Guijarro, Menéndez y Pelayo, Pereda y... Santa Teresa de Jesús.
Sin embargo, para los que tienen la comezón filosófica resumiré la conferencia esencialista. Buscar la esencia de una cosa es hacer definición; yo hice tres definiciones europeas del liberalismo, cada una más exacta; y al final puse una sencilla definición argentina.
La primera definición breve sería: “el liberalismo es el movimiento económico, político y religioso que se propone a la Libertad como su ideal, y como el ideal absoluto de la Humanidad”; pues ha dicho Mons. De Andrea una vez desde el púlpito que “la Libertad es el bien más grande que Dios ha dado al hombre”; es por tanto el Ideal absoluto de hombres y naciones. Bien se ve que esta definición no sirve, porque pivota sobre la palabra libertad, que es una palabra ambigua, pues la palabra “libertad” si no se le añade para qué, es una palabra sin contenido; y hoy día, por obra del Liberalismo, la más asquerosamente ambigua que existe. Un jefe socialista del siglo pasado, el judío alemán Berstein, dijo: “Poco importa hacia donde vamos, lo que importa es el movimiento, porque la libertad es un movimiento...”. Es una bobada filosófica: la libertad no es propiamente un movimiento sino un “poder moverse” solamente; y en moverse lo que importa es el Hacia Donde: lo que determina el movimiento (dicen los filósofos) y lo hace chico-grande, bueno-malo, tal o cual, es el término DONDE; pues todo movimiento tiene dos términos que lo determinan DESDE y DONDE; y así el DESDE del nacionalismo, por ejemplo, fue el derrumbe del Liberalismo después de la guerra del 14; y el DONDE no lo sabemos, pues todavía no ha llegado a ninguna parte y quizás ni siquiera sabe bien adonde quiere llegar; lo único que sabe es que quiere llegar PRONTO.
Esto entre paréntesis; así que anoten esto: que Libertad no tiene sentido alguno sino se añade el para qué, y sin eso es mejor ni hablar. La libertad del nacionalista con una fórmula acuñada en América Latina, es: “libertad para todo y para todos menos para el mal y los malhechores”; y con esta fórmula haremos buena la opinión de Mons. De Andrea diciendo “en efecto, el mayor bien que existe es la libertad para los hombres de bien; pues con ella, que en sí misma es nada, los hombres de bien pueden hacer el bien, pueden hacer la Verdad, pueden hacer a Dios; pero el mayor mal que existe en el mundo es la libertad en manos de los malhechores; y esa, la ha traído al mundo actual el Liberalismo”. Un viajero inglés se ha reído de que en las cárceles francesas haya en el frontón un gran letrero que dice: “Libertad, Igualdad, Fraternidad” y ha escrito: “Esa es la Libertad del Liberalismo”; pero se podría replicar que esa pequeña libertad amenguada y casi anulada que tiene el malhechor en la cárcel es un bien para él, porque es el máximo de libertad que puede soportar sin hacer daño; y así a los pueblos corrompidos o badulaques Dios les quita la libertad, porque es un mal para ellos; y así dijo San Agustín que lo pueblos corrompidos solamente pueden ser gobernados por la Dictadura; y que esa Dictadura es un bien para ellos si los reencamina a la honradez, a la virtud. Ahora bien, los liberales argentinos dicen que el pueblo argentino es corrompido, que es badulaque, que hay que educarlo todavía para la democracia y con eso prohíben al partido peronista; y por otro lado, la Dictadura para ellos es una mala palabra; en lo cual se contradicen brutalmente pero defuera solamente; porque en el fondo lo que ellos quieren es la dictadura para ellos, la dictadura con máscara de Libertad; y los que son corrompidos no es el pueblo argentino sino ellos y la parte del pueblo que los sigue y no los ha vomitado todavía.
De modo que la primera razón de esa paradoja que nos tocó a nosotros ver, de que el Liberalismo proclamando LIBERTAD destruyó en el mundo la Libertad y trajo lo que ellos llaman Totalitarismo; es la ambigüedad filosófica de ese estandarte enarbolado el siglo pasado con Libertad, Libertad, Libertad; pero esa ambigüedad era sólo del estandarte, no de los que lo llevaban. Los que lo llevaban sabían bien lo que querían: querían la libertad de comercio, o sea la libertad para el Gran Dinero a fin de llegar al poder del Gran Dinero o sea al actual Capitalismo; y para eso querían gobiernos débiles o sea parlamentarismo, división de poderes, sufragio universal y todo lo demás; y para eso querían una religión débil, el deísmo, y después el cristianismo liberal y hoy día el modernismo.
La primera definición, breve y ambigua; la segunda definición más exacta, pero más larga y solamente descriptiva e histórica: liberalismo ES un gran movimiento de rebelión anti-tradicionalista y reformista de la sociedad, que parte de los libros Empiristas y Deístas ingleses, se formula en Rousseau, es divulgada por la Ilustración o el enciclopedismo francés, informa a la Revolución Francesa a poco de comenzada; es inseminado por las armas napoleónicas, se impone más o menos en Europa (y aquí) a mitad del siglo pasado, preside la llamada “Organización” de las naciones hispano americanas, origina por un lado la Democracia-Mito y por otro el Comunismo-Realidad; y quiere sobrevivir hoy día en el llamado Neoliberalismo y Neocapitalismo, del cual GOZAMOS una violenta erupción actualmente los argentinos.
Y así como el Liberalismo de 1820 levantó a Inglaterra a costa de Francia y de los países latinos; así el neoliberalismo tiende a levantar (económicamente digo) a Estados Unidos a costa de la Argentina. Ustedes saben muy bien (porque después del libro de Alexis de Tocqueville es un lugar común) que una cosa fue el liberalismo en Inglaterra y otra cosa distinta en Francia. “El liberalismo político está refrenado y aun dirigido en Inglaterra por el tradicionalismo del carácter inglés” (Ramiro de Maeztu).
No digo que no haya sido bueno en parte alguna; una cosa mala en las dos; pero en una fue genuino y en otra postizo y utópico; y así como es mejor un perro vivo, aunque sea el más perro de los perros, que un león muerto, así el liberalismo inglés no impidió el progreso material de Inglaterra y EEUU; y al mismo tiempo cadaveró al león Hispánico, o sea lo atajó, dividió y pudrió; lo atrasó; o “subdesarrolló”, como ahora se dice. El León de España se llenó de piojos; es decir, de politiqueros y de militares engreídos.
NO NOS SIRVE, señores. Evito la proposición máxima que se podría formular y probar, “nos ha hecho daños espantosos”, porque si algunos de los presentes no perciben esos daños Cno estoy hablando para ellosC voy a la proposición mínima no nos sirve, que no necesita ni defensa ni prueba. Es evidente que no nos sirve: estamos en un impase político permanente, nos retorcemos en una especie de pesadilla perpetua, mudamos de postura en la cama del dolor y de la vergüenza como incurables febriscentes. Tenemos Constitución (dos por falta de una), tenemos Cámaras Alta y Baja (dos por falta de una, y bastante bajas), tenemos sufragio universal adornado de un poquito de fraude, tenemos frecuentes y costosas elecciones (o sea opciones), tenemos esplendorosos partidos políticos con unas plataformas que no te digo nada, tenemos libertad de cultos, libertad de prensa, libertad de reunión, libertad de opinión y libertad de enseñanza (sin tener enseñanza), es decir, tenemos todo el Liberalismo entero y verdadero, y esto no marcha: de confesión de todos, hace tiempo ya que esto no marcha.
Si hace un siglo entero que lo estamos ensayando y todavía no nos sale, es señal de que no nos sirve. ¡Hay que educar al Soberano! Pero el Soberano, antes de ser Soberano, ya tiene que estar educado.
Antes teníamos aquí un sistema político que había durado más de 10 siglos y el cual era susceptible de incorporar las novedades modernas que fueran buenas y podar las prácticas antiguas ya marchitas; un sistema basado en el principio que escribió la Princesa de Biera al Príncipe Don Juan: “En España el Rey gobierna debajo de la Religión, de la Ley y del Fuero”. Aquí no había fuero, porque lo había destruido la triste Asamblea del Año XIII, pero había Religión y Leyes; y por eso Rosas se nombró (o lo nombraron) “El Restaurador de las Leyes”; pero vinieron otros que quisieron destruir las leyes viejas que suelen ser las mejores y hacer leyes nuevas; y ni siquiera hacerlas sino copiarlas y la copia no cuajó; y mientras Rosas y el pueblo argentino luchaban con alma y vida por crear una nación contra la discordia interna y la prepotencia y rapiña extranjera, nuestros queridos liberales chillaban: “¡Queremos una Constitución!”.
Ahí la tienen, la Constitución, agárrenla, pónganla en la pipa y fúmenla. Tenemos dos por falta de una; no sabemos cuál es la que vale; y, por las dudas, no cumplimos ninguna.
Para dar contenido a esta definición descriptiva recordemos los siguientes puntos: 1. Aumento del poder central en el Renacimiento; 2. El derecho divino de los Reyes; 3. Reacción de los teólogos españoles, el “pacto”; 4. Caída de la Monarquía tradicional en Inglaterra; 5. Formulación del mito del Contrato; 6. Revolución Francesa; 7. La política del Iluminismo.
1. Desde el Renacimiento, por obra de los juristas galicanos y teólogos protestantes y con ocasión de las guerras, hay un aumento continuo y rápido del poder central a costa de los poderes periféricos con consiguiente detrimento de la libertad de los pequeños; la cual solamente medra cuando el poder está repartido y por ende más o menos equilibrado; o sea, existen “poderes” (no la “división del Poder” de Montesquieu que es filfa, sino la existencia de poderes heterogéneos con raíz propia; no delegados simplemente reconocidos); pues ya vio Esopo que solamente cuando el Lobo y el Zorro riñen los corderos pueden pasear. Este crecimiento del Poder central condujo al absolutismo regio de hecho. Y después se formuló de derecho: Hobbes, Jaime I, Voltaire, Hegel.
2. Derecho divino: “el Rey recibe la Autoridad regia directamente de Dios”, la formulación teológica del absolutismo regio, amagada por Bossuet y redactada por Jaime I (¿por qué Jacobo si en inglés es James? ¿somos alemanes?) en un libro hay ilegible DE INSTITUTIONE REGIA, en que el hijo de María Estuardo teoriza acerca de un poder que ya no posee y que los “parlamentarios” (o sea la nueva nobleza protestante y capitalizante) habían desterrado para siempre de Inglaterra. Pero esa doctrina tenía raíces muy más atrás que el pobre Jaime I.
3. La autoridad reside en el pueblo y es comunicada o delegada al Rey por una especie de consentimiento siquiera sea implícito o meramente pasivo; que se puede llamar “pacto”: la doctrina católica de Suárez en su DEFENSIO FIDEI CATHOLICAE SECTAE ERRORES, reasumida después por el romano Belarmino, menos correctamente formulada que en DE REGE ET REGIS INSTITUTIONE de Mariana, y mucho menos que en Santo Tomás; el cual considera la soberanía más bien en el Fin (bonum conmune) que en el Poder (auctoritas) que al fin es un instrumento; diciendo por ejemplo: “ordo exercitus consideratur in Duce quamvis ni exercitu radicatur” (El orden de un ejército radica más bien en el jefe que en la tropa).
4. Jaime I, destronado por Guillermo de Orange y el traidor Churchill (Malborough), es el fin de un proceso comenzado por el cisma de Enrique VIII. Paralelamente a la propagación del Calvinismo y el absurdo absolutismo regio (teórico) una nueva nobleza protestante enriquecida con el despojo de los monasterios jaqueaba a los Monarcas con el tapadillo de la “Libertad” y de “Representantes del Pueblo”, temerosa del retorno de la antigua Fe y sobre todo de la restitución. Este nuevo factor político, raíz del actual capitalismo, se beneficia de la reacción libertaria teórica contra Jaime I y su parejero Hobbes, la cual reacción puede simbolizarse toda ella en Locke y Bolingbroke. O sea, nace la teoría de la Libertad de Religión, que en Inglaterra se concreta en seguida en Libertad de Comercio y (mientras no tuvo una flota mayor) Libertad de los Mares. Pero las dos teorías opuestas y extremosas del absolutismo y el individualismo tenían una misma raíz protestante (y por eso se mezcolaron en Rousseau) y Dawson las considera una lucha del espíritu luterano y el espíritu calvinista.
5. El deísmo y el liberalismo inglés fueron recogidos en Francia en el setecientos por los llamados “Filósofos”, o sea lo Enciclopedistas; por Rousseau principalmente, pues ni Voltaire ni su círculo (partidarios del “despotismo ilustrado”) fueron liberales, aunque si deístas. La proposición española “la autoridad viene de Dios y reside raizalmente en el pueblo” se transforma en “la autoridad viene del pueblo”; y talmente reside en él que el pueblo no puede ni transmitirla ni delegarla sino solamente ejercerla por medio de sus “representantes”, a los cuales puede derrocar cuando quiera; los cuales por otra parte mientras no son derrocados tienen tan fabulosamente absoluta autoridad que pueden condenar a muerte al que ofenda la religión; no la antigua religión naturalmente, sino una religión razonable, el Deísmo. Habían nacido los tres mitos del Liberalismo: la Soberanía del Pueblo, la infalibilidad de la Voluntad General y el gobierno por Asambleas, Cámaras y Constituciones inventadas o artificiales. Pero en el fondo desos mitos irrealizables residía el huevo de dos monstruos realizables: la sedición perpetua, que después se llamó “Revolución” con mayúscula; y el despotismo larvado, que después se llamó totalitarismo. “La théorie du Contrat Social a deux faces; et tandis que d´un coté elle conduit a la démolition du gouvernement, elle abotuit de l´autre a la dictadure illimitée de l´Etat” (Taine, “Origines de la France Contemporaine”, i. 3, c. 4, ' 4 y 5).
6. La Revolución Francesa (que es un fenómeno histórico mucho más complejo de lo que se suele pintar) se debate en ensayos y en tentámenes de organizar de nuevo la vieja nación según la mente de Rousseau, y asume sin darse cuenta toda la herencia del Antiguo Régimen, sobre todo el absolutismo, y termina por tender los brazos al despotismo napoleónico Ccerca de 20 años de guerra, 10 o 12 millones de muertes violentas, entre la guillotina y las batallas.
7. Se puede decir que el Liberalismo propiamente dicho comienza después de todo este enredijo, aunque como consecuencia de él; ya experienciada la imposibilidad de la utopía rusoniana (que es en el fondo una herejía), cede su lugar a una doctrina política realizable, aunque igualmente deficiente, y acaso un poco más hipócrita. Esta doctrina toma diversas formas en las diversas naciones y en las diversas plumas de sus diversos teorizadores y defensores. En nuestra raza no produjo, como dije, ninguna obra maestra; y fue más bien cosa de impulsos, instintos, pasiones y movimientos que de ideas claras; y más cosa de copias, plagios y trasplantes que creación política ninguna. Destruyó una tradición política defectuosa pero viva y puso en su lugar un fantoche vació, accesible al espíritu maligno.
En resumen, pues, desde la Reforma Protestante hasta el actual Comunismo Ruso existe un proceso continuo de heterodoxia antitradicional (“Revolución”) que revistiendo formas políticas es en su raíz religioso, y está basado en una mezcla singular de dos viejísimas y en cierto modo eternas herejías cristianas, el pelagismo y el maniqueísmo. Negación del Pecado Original por un lado y por otro lado exageración del poder del Mal, un Mal substancial, concreto y absoluto, que realmente no se puede ver de dónde sale; pues si el hombre es naturalmente bueno, ¿de dónde salen esos horrores y esas tinieblas que disiparán la Ilustración y el Progreso; ese Mal que primero se llama el Papa, después los Reyes y los Nobles, entre nosotros los Caudillos, y finalmente los Capitalistas y sobre todo los Fascistas? “Todos somos pecadores y necesitamos la gloria de Dios”, decía San Pablo; pero para el liberal genuino hay dos campos: el uno de los elegidos en donde no puede caber el mal (que son ellos naturalmente) y el otro de los malos malazos insusceptibles de todo bien. La famosa Libertad no es para todos; ¡ah no!, “no hay libertad contra la (“nuestra”) Libertad.
Era un sueño soberano
Pero un sueño solamente
dijo Zoraida Moyano
A su simpático hermano
Y a Sinforosa Lafuente.
Si las latas estuvieran vacías el caso estaba resuelto, dijo el detective; pero estando llenas, yo me retiro. Cuando todas las cosas nos van bien nuestros sentimientos son buenos, pero cuando todo va mal, es cosa de pensarlo. ¡Compre EL PAPAGAYO ENSANGRENTADO, el último número de la colección Rastros! Me gustaría ser del Ejército de Salvación o de la Voz de la Esperanza, Uriarte 2235, a dos pasos de Plaza Italia; pero no me alcanza el mal gusto para eso. Fin de la audición Música de Israel. (Perdón, me ha dado un ataque de cultura argentina).
Actualmente los militares son jueces, economistas, policías, políticos y legisladores; y hasta Poder Ejecutivo; los diputados son un circo que divierte poco, gasta mucho y destruye más; el Poder Ejecutivo lo puede todo para oprimir o para traicionar, y no puede nada en orden a liberar; los jueces en general no están a la altura de su alta investidura (o porque les pagan poco y los honran poco, según opina Enrique Gaviola, o porque se ha formado en el país una tribu o camarilla de magistrados tributarios del dinero incluso extranjero, como estuvo ya hace 20 años en ACERCA DE UNA POLÍTICA NACIONAL el experto Ramón Doll) y en consecuencia languidece y perece la justicia, piedra angular de un país. Y hacer jueces a los militares es un arbitrio digno de Tirteafuera.
Los militares acaban de condenar en Mendoza a un joven llamado Carlos A. Burgos a 25 años de prisión y el pago de 2 millones de pesos; cuyo mayor delito probado consiste en haber hecho saltar un busto de Urquiza y cuyo mayor delito no probado es haber puesto una bomba que no explotó en un hotel deshabitado de una compañía norteamericana; y en el mismo diario (TIEMPO DE CUYO) leo que ha sido condenada a seis años de prisión una madre que ha dado muerte a su hijo; y en ninguna parte leo que los que entregan las riquezas del país a los extranjeros o a los judíos tengan ni siquiera un año de prisión; la Constitución no tiene castigo ni remedio alguno para ese crimen; a no ser el castigo de hacerles una estatua y proponerlos como modelos de grandes ciudadanos a los chicos escueleros.
Me dirán por qué triunfó tanto tiempo el Liberalismo si era malo; les diré que ni triunfó del todo ni al comienzo era malo del todo. Sarmiento era liberal y no era malo del todo; por lo menos no era tan malo como Mitre; y por eso quizás murió en el destierro y Mitre en su cama, confesado y comulgado por una tía suya. El Liberalismo en su comienzo tenía algo de bueno, pues no hay error tan grande que no tenga algo de verdad, ni herejía que no se base en un dogma cristiano (en la corrupción de un dogma cristiano). Las tres divisas del Liberalismo: Libertad, Igualdad, Fraternidad, no eran más que las antiguas palabras cristianas: Orden, Jerarquía y Caridad que habían colgado la sotana, como nuestros famosos “curas liberales”.
Lo que había de bueno en el liberalismo de antaño, de 1820 a 1860, consistía en una especie de ímpetu juvenil contra un montón de cosas que tenían que morir; a saber, el absolutismo de los reyes, inventado por los reyes protestantes; el despotismo demasiado cerrado de los Gremios y Corporaciones medievales; y una decadencia en la Religión, que originó en Inglaterra el deísmo y en Francia el filosofismo. Así que toda la juventud europea a principios del pasado siglo se conmovía con ese grito de Libertad, y sabía lo que significaba para ellos esa palabra ambigua, que no lo era para ellos; lo que no sabían era lo que estaba detrás. Se sentían apretados, estrechos y cansados y al decir ¡Libertad! decían “queremos salir de esto”. Lo que no sabían todos era que detrás de esa dorada y sonrosada libertad del Liberalismo había primero un error, después una ficción y después una herejía; el error de la libertad de comercio, la ficción de la soberanía del pueblo y la herejía de la Religión de la Libertad (opuesta aunque derivada de la Religión de Cristo). Un hombre de nuestra raza, Larra, es el primer tipo de liberal que (como Alberdi) se burla de la Libertad con mayúscula (“aquí está la bandera idolatrada”) y que confiesa que en España el Liberalismo es anticlericalismo y anticlericalismo es irreligión.
A modo de ejemplo inmodesto les diré que si yo hubiese tenido 20 años en 1860 hubiese sido liberal como Alejandro Manzoni o mi abuelo don Leonardo, pues me hubiese exasperado el gobierno de los austríacos en Italia y convencido las poesías de Giusti (no Roberto); pero ya en 1870 me hubiese espabilado, hubiese salido de las tropas de Garibaldi con el grado de teniente, hubiese enviado mi espada a Pío Nono y me hubiese venido a la Argentina. Así lo hizo mi abuelo. Se libró del Liberalismo. Pero me embromó a mí.
Esto que dije arriba de que el Liberalismo en el fondo es una herejía es muy importante. Ustedes lo saben ya; pero por las dudas les voy a leer una página que escribí hace dos meses en San Juan, donde se me enojaron altamente (algunos) y se me quejaron al Arzobispo (algunas) porque en un discurso sobre el 25 de mayo no nombré a Sarmiento; o mejor dicho, lo nombré, pero no dije “el Gran Sarmiento”.
“San Juan, 27 de julio de 1960.”
“¡Ojalá que estén en el cielo actualmente Sarmiento, Urquiza y Mitre!; pero en vida han sido puercos. No es un mal que en la Argentina haya habido traidores y traiciones; el mal está en hacer estatuas a los traidores y adorar traiciones. En todas las naciones ha habido crímenes; pero una nación que no distingue el crimen de la virtud, no puede ser nación. En San Juan si usted dice un discurso el 25 de mayo y no nombra a Sarmiento, le pasa lo mismo que si en la Edad Media usted hubiera dicho que no había Dios. Eso es religión, no me vengan con macanas: es religión al revés, o sea, una especie de religión satánica. «Hoy los Católicos han rendido homenaje a Sarmiento» dice el diario TRIBUNA del 22 de junio de 1960. Traducción: «Hoy los discípulos de Cristo han rendido homenaje a un hombre inmoral», o sea: «hoy los católicos han idolatrado»”.
“Si los niños en la escuela se les pone como objetos de reverencia, de admiración y de imitación a hombres inmorales, las bases mismas de la moral quedan minadas. ¿Qué hombres íntegros saldrán de allí? Una nación no puede ser independiente si no tiene una suficiente proporción de hombres éticos. Hombres éticos no son los que tienen solamente la moral rudimentaria del miedo a la policía y el respeto a las convenciones sociales; hombres éticos son los que tienen la pasión de la Justicia. La Escuela Argentina no tiende a hacer esos hombres; al contrario más bien.”
“Mejor es no creer en nada, ni en Cristo ni en Sarmiento, que creer a la vez en Cristo y Sarmiento. Lo primero da un ateo; lo segundo, un católico mistongo.”
Díganle a monseñor NN de mi parte, con todo respeto y amor, que el Liberalismo es una idolatría y el Nacionalismo no es una idolatría. ¿Y por qué no? Si el liberal al hacer la Libertad con mayúscula un Fin Absoluto (y peor aun hacer un ídolo dese getudo indiscreto que fue Sarmiento) es idólatra, ¿por qué no será idólatra también el nacionalista que hace de la Nación con mayúscula un Fin Absoluto? Porque no; porque yo digo que no hay mucho peligro deso en la Argentina. No niego que sea posible en Alemania o Inglaterra; pero no hace tanto peligro deso en la raza hispánica; el gallego nunca va a hacer un dios de Francisco Franco, ni el argentino va a poner la estatua de Rosas en los altares; al gallego lo van a encontrar siempre hablando mal de Franco e incluso de España. ¡No hay peligro que el argentino adore a su patria, más bien actualmente hay peligro que la desprecie, escupida como está por los judíos! Pero miento, no es la patria: no ha escupido el Reino de Israel a la Patria sino al Estado; y ni siquiera al Estado; ha escupido al Gobierno; es decir, los judíos han escupido a otro judío. Así que díganle a monseñor NN, que dice que yo soy nazi y un energúmeno, con todo respeto y amor, que si yo soy nazi por entrar en esta casa, en esta casa somos nazis blancos, no somos nazis negros. Somos nazis azulyblancos, los cuales nunca adorarán a la nación como si fuese Dios, sino que amarán a Dios a través de su propia nación; porque si no amas a tu madre a la cual ves, ¿cómo podrás amar a Dios al cual no ves? Para muchos de nosotros, hacer Patria es sinónimo dese hacer Dios de que hablé al principio.
Así que el Liberalismo, movimiento histórico muy confuso en el cual estamos metidos, y el cual a mí me ha hecho mucho daño, puede ser considerado en tres planos diferentes, en el plano empírico, en el plano filosófico y en el plano teológico; que corresponden a las tres vidas que hay en el hombre: a la vida de los sentidos, a la vida del intelecto y a la vida sobrenatural de la gracia; en el plano empírico era una invención de la oligarquía inglesa y su posterior imperialismo, después adoptada por toda la burguesía europea, cuya meta era el Dinero; en el plano filosófico fue un intento de resolver para siempre el eterno problema de la persona frente a la sociedad; en el plano teológico fue una singular herejía que yo denominaría una de las Tres Ranas del Apocalipsis. Aquí lo hemos considerado en el plano filosófico; pero nos falta todavía la tercera definición, a saber: el Liberalismo fue un tremendo esfuerzo fallido por encontrar un equilibrio perenne entre el individuo y la Sociedad.
Esta es la definición más general y por tanto más filosófica del Liberalismo: fue un intento ambicioso y fallido de resolver para siempre la eterna antinomia entre el hombre y la sociedad; o sea, entre los dos polos de todos los sistemas políticos, la Autoridad y la Libertad; y les menté los textos de Santo Tomás, de Solovief y de Nimio de Anquín que resuelven teóricamente el problema. La solución práctica consiste en alcanzar de hecho que haya en una nación el máximo de Autoridad con el máximo de Libertad; pues como dijo Heráclito el Oscuro, “la oposición es la madre de todas las cosas, y todas las cosas buenas consisten en el equilibrio de dos contrarios”; equilibrio del que tenemos ejemplo y herencia, pues reinó en la Madre Patria desde el siglo XIII al siglo XVI y en general en toda Europa con la Monarquía Cristiana, hoy liquidada; aunque quizá no definitivamente. El Liberalismo la liquidó; pero el Liberalismo está siendo liquidado actualmente y a grandes pasos: todo el problema para nosotros está en si el sucesor del liberalismo argentino va a ser el rosismo o el comunismo.
Consulten a alguna adivina.
Parodiando a monseñor Franceschi, que decía que la peor Cámara era preferible a la mejor camarilla, resulta que hemos llegado a un punto en que tenemos la peor Cámara junto con la peor camarilla. ¡Maldito sea el Mal Menor y el que lo inventó! Jamás votaré más por el Mal Menor, y no votaré más si no es por un Bien Total.
Les dije también que el Liberalismo en vez de traer la Máxima Autoridad con la Máxima Libertad (que es la solución optimum) trajo lo contrario, un mínimum de las dos cosas, mezcla increíble de Anarquía y Tiranía; lo cual en lenguaje vulgar se llama simplemente Desgobierno; y les puse como ejemplo de despotismo (con perdón de las Benditas Fuerzas Armadas) el Plan Conintes; y como ejemplo de libertinaje o licencia (con perdón de Mons. Caggiano) la extraordinaria fortuna de Roberto F. Noble, que es uno de los que pagan la gran Misión de Buenos Aires. ¿Pagan? Dije mal: financian, porque pagarlo la pagamos nosotros. Y para terminar les dije que había otro paso todavía que era teológico, es decir, encontrar el error religioso que había desviado monstruosamente las buenas intenciones de los buenos liberales del Ochocientos: es teológicamente hablando, la negación del Pecado Original renovada por Rousseau el Setecientos e inventada en el Trescientos por el monje inglés Pelagio; el cual error teológico, visto filosóficamente, se llama “equivocación acerca de la natura humana”: El hombre nace bueno y la sociedad lo malea.
Contra esto: el hombre no nace íntegro y la sociedad lo hace íntegro o lo desintegra del todo, según sea una sociedad buena o mala; porque el hombre masa, el Individuo, viaja dentro de su Nación, “como la gota dentro de la nube viajera”.
Y llegamos al fin desta conferencia (que debe ser práctica): la República Argentina nos va a desintegrar porque ella se está desintegrando, no como un átomo, sino como un tabético; y a ver qué se puede hacer. Yo no voy a decir los que dicen tantos, que es un país de m..., o como dijo Ricardo Rojas un país de loquitos, o como dijo Raymundo Pardo un país de semisalvajes, o como dijo Unamuno un país de cazadores de pesos, o como dijo Baroja un país de cursis; y tampoco que es un gran país, como dicen por radio, que basta escuchar la radio ahora para ponerlo en duda. Para mí hay una Argentina que me deja vivir a mí, la cual naturalmente tiene que ser muy buena; y otra Argentina mala, que no me deja vivir (no es que tenga demasiado empeño en vivir). Y ha llegado el momento en que una de las dos Argentinas elimine a la otra, como dijo San Martín: los de AZUL Y BLANCO lo arreglan muy cómodamente diciendo que una de ellas no existe (el “país real” supone que el otro país es “irreal”). No. Las dos existen; y la que a mí no me gusta está ahora arriba; y con todas sus fuerzas procura eliminar a la otra como mandó San Martín.
Eliminar ¿cómo? ¿Matando a todos los liberales? No es ése nuestro sistema, es el sistema dellos. El sistema nuestro es hacer Verdad como dije: durante un siglo entero el Nacionalismo en España estuvo haciendo Verdad: desde el doctor Filósofo Rancio hasta el mártir Ramiro de Maeztu; cosa que aquí no hemos tenido sino muy en precario. Pero para hacer Verdad ¿no hay que matar a alguno? A veces por desgracia hay que matar, sintiéndolo enormemente, a alguno, como lo hace Franco, en defensa propia; a algún malhechor, como hizo Rosas. En propia mía, no hay que matar a nadie. Nunca he querido tener un arma de fuego, a pesar de que tiro muy bien revólver, porque en último caso prefiero la muerte de Ramiro de Maeztu (que me maten por hablar demasiado) antes que matar a algún milico como en tiempo de Lonardi. Pero mejor es vivir sin matar a nadie ni ser muerto: lo cual no sé ya si durará todavía una década en la Argentina.
El Nacionalismo debe organizarse férreamente (cosa de la que parece incapaz) no para tomar el poder a corto plazo sino hacer Verdad a largo plazo (como hace por ejemplo aquí calladamente el amigo Rego), difundir por todo el ámbito del país esa verdad terrena y relativa que es la verdad política; pero ahora la verdad más urgente de todas. La Argentina está dando vueltas sobre sí misma con una lanza clavada en la panza; como si hubiesen puesto un eje polar en Córdoba y la Argentina estuviese rotando alrededor dese eje en vez de rotar junto con la Tierra sobre los dos polos y alrededor del Sol. Quiero decir, que aquí no se podrá hacer nada si no se resuelve antes el problema político, o por el rosismo o por el comunismo; no se puede resolver ningún otro problema antes que el problema político; el cual ha llegado a punto crítico por la desintegración del sistema liberal, que nunca nos sirvió y ahora se ha convertido en una pudrición y en una payasada. El pueblo no cree ya más en todo eso. En cuanto a mí no sólo descreo ya en esta farsa sino que estimo ilícito coinquinar con ella, de donde hasta el fin de mi vida votaré (porque hay multa) con un sobre vacío. Y si todos los nacionalistas hicieran lo mismo...
Ya indiqué al comienzo el error del Nacionalismo: es poner los ojos en el poder a corto plazo en vez de ponerlos en la Verdad a largo alcance. Creer que el fin último de la política es alcanzar o arrebatar el Poder es un error y una estupidez: es el error de Maquiavelo y la estupidez de los políticos baratos y pueriles que nos están moliendo y perdiendo. No se le puede pedir a un político, pongamos a Marcelo Sánchez Sorondo, que aspire al Sufrimiento y a la Derrota (es decir al Martirio); eso es propio del hombre religioso, no del hombre ético; y un buen político es un hombre ético; no se les debe pedir a los nacionalistas que no aspiren a la Victoria; pero es menester pedirles que no pongan su Victoria en la consecución del Poder (por ejemplo, una embajada) sino en la difusión triunfante de sus ideas (suponiendo que las tengan). O sea, que puedan como dijo el héroe nacionalista que nombré a sus asesinos: “yo sé por qué muero; y ustedes no saben por qué me matan” y pudiera haber añadido: “¡Pero muero para que lo sepan!”.
Les daré una buena noticia en ese sentido: se va a fundar un diario nacional que se llamará LA HUELLA o bien CONTRERAS Y CIA., el cual durará dos meses; mas si los nacionalistas se organizaran podría durar 6 años, como CABILDO. A pesar de que el Papa es infalible, si el Papa definiera que los nacionalistas argentinos son nazis (como me dicen que hay inminente peligro) yo no lo creería; porque si fuesen nazis serían alemanes; y si fuesen alemanes estarían organizados. Si los nacionalistas estuvieran organizados, tomarían estos dos discursos míos y repartirían 150.000 ejemplares por todo el país; como hicieron los requetés navarros en 1868 con el discurso de Aparisi Guijarro cuando la caída de Isabel II; la cual fue una especie de general Lonardi con polleras. O más bien, ya que ahora la imprenta es más barata (imprenta Contreras) un millón y medio de ejemplares. No pueden negar que esta idea es práctica, por lo menos para mí.
Fuera de broma, eso habría que hacer con el librito de Nimio de Anquín MITO Y POLITICA ( no confundir con PETROLEO Y POLITICA, aunque Mito y Petróleo...) y con el librito de nuestro Octavio Maestu titulado LA REVOLUCION NACIONALISTA.
He dicho.
Un oyente me recuerda que mencioné tres definiciones europeas de libertad, y anuncié que iba acabar con una argentina; y no lo he hecho.
La definición argentina de hombre libre tal vez no sea muy filosófica pero es bien argentina. Dice así:
“Me siento libre... La justicia de Dios está más alta que la soberbia de los hombres. El hombre verdaderamente «libre» es aquel que exento de temores infundados y deseos innecesarios en cualquier país y cualquier condición en que se halle, está «sujeto» [es decir libremente cautivo] a los mandatos de Dios, al dictado de su conciencia y a los dictámenes de la sana razón...”.
Carta de don Juan Manuel de Rosas desde el destierro a doña Josefa Gómez: paréntesis mío.
El Movimiento Cívico Militar Cóndor es un conjunto de hombres y mujeres que tienen por objetivo difundir el Pensamiento Nacional, realizar estudios Geopolíticos, Estratégicos y promover los valores de la Argentinidad.